8 Enero 2013

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Desperté en el sofá, mis padres no llegaron, ¿Habrá pasado algo?. Los llamé a ambos, nada, ni una respuesta. Quería quedarme para ver si llegaban, pero tenía clases, y Mattie también. Aún con dudas, desperté a Mattie para que se arreglara, noto que yo estaba preocupada, pero no quise alarmarlo así que le dije que todo estaba bien.

Igual que el día anterior, lo lleve a su escuela y me fui directo a la mía. Hablé con Kat, que intentó tranquilizarme. Después de un rato me calmé, pero no podía evitar tener un mal presentimiento.

A diferencia del día anterior, la mañana pasó lentamente, cada segundo parecía una hora y eso aumentaba mi desesperación, a la cuarta clase la  piadosa maestra de Lengua, la Srta. Stevenson, noto mi incomodidad y me dejó salir a tomar aire. Compré un té, me relajé lo más que pude, di unas cuantas vueltas, y regresé a clase.

Cuando sonó la campana, la maestra me llamó, lucía preocupada. Siempre me había llevado bien con ella, hasta le había tomado cariño por lo que decidí que sería buena idea desahogarme con ella, funcionó pues quedé tranquila, pero el presentimiento seguía latente.

El almuerzo pasó, y cuando estaba a punto de entrar a la clase, el asistente del director me voceo. Fui a dirección y me encontré allí con alguien inesperado.

-¿Señora Scott? ¿Quiere que vaya por Kat?

-No querida, vine a verte a ti.

-¿A mí?

-Querida, es sobre tu madre.

La madre de Kat me contó toda la situación, al menos lo que podía. Mi madre estaba enferma, muy grave en el hospital, mi padre estaba con ella, y al ver que estaban en el hospital donde ella trabaja se ofreció a avisarme, pues mi padre no quería dejar a mi mamá. Dejé las clases, el director me justificó; corrí y fui directo al hospital a verlos. Cuando llegué a recepción no podía contener las lágrimas, la Sra. Scott debía volver a su puesto, por lo que tuve que preguntar sola a dónde dirigirme.

Habitación 402. Aquí vamos. La imagen con la que me encontré fue una sorpresa, mi madre yacía acostada en la cama, conectada a muchos aparatos, con suero, en fin, se notaba que estaba muy grave, pero sedada, por lo que dormía profundamente. Mi padre se hallaba en una silla al lado de su cama, sostenía tristemente su mano. Tuve que aclararme la garganta para que notara que estaba allí, solo tenía ojos para mi madre.

-¿Papá?

-Hija, hola cielo. Ven toma asiento.

Lo hice, me senté en un sofá frente a él.

-¿Qué paso?

-Yo, supongo que debo contártelo, pero hija, es algo muy difícil, por favor comprende si o sé cómo explicarlo.

-Claro papá, tómate tú tiempo.

-Cariño, Ayer, antes de que salieras de clases, tu madre y yo estábamos discutiendo, lo sé no me enorgullezco de ello, pero en fin, mientras discutíamos ella comenzó a temblar y se desvaneció. Llamé a emergencias y la trajeron al hospital, le hicieron pruebas y pues descubrieron que está gravemente enferma.

-¿Por qué no me llamaste? Me preocupaba no saber nada de ustedes.

-Lo sé, iba a hacerlo, lo juro, pero mi celular se quedó sin batería y como es tu teléfono nuevo no me sabía el número como para llamarte desde aquí. Pensé en ir a buscarlos, pero no quería dejarla sola. Por eso la madre de tu amiga se ofreció a avisarte.

-Comprendo. Pero papá, hay algo importante que no me has dicho aún.

-¿Qué, hija?

-¿Qué enfermedad tiene mamá?

La tristeza en sus ojos y la forma en la que volteó a verla con añoranza me hizo notar que era peor de lo que pensaba, ¿Acaso mi madre podría morir?

-Cielo… Tammy, tu madre tiene Leucemia.

¡¿Qué?! Mi mundo se derrumbó justo ahí, las lágrimas brotaron sin parar y perdí el control de mi cuerpo, no podía moverme, no podía dejar de ver a mi madre. Mi padre se levantó y se sentó a mi lado, me abrazó e intento consolarme, estuvimos así un par de horas, hasta que vi el reloj y caí en cuenta de que algo faltaba. Me levanté y me dirigí hacia la salida. Mi padre me veía con curiosidad.

-Voy por Mattie al colegio, lo llevaré  a dar una vuelta mientras pienso en cómo explicarle todo. Lo traeré a verte después.

-Está bien. Tammy, gracias.

Eso me tomó por sorpresa.

-Por cuidar a tu hermanito, cuando tu madre y yo no hacíamos un buen trabajo.

Me sonrió lo más que pudo, que en esta situación no era mucho. Partí y recogí a mi hermano, almorzamos, le compré un helado y lo llevé a un parque. Decidí que tarde o temprano lo sabría, así que tenía que decirle.

-¡Mattie!

Corrió desde los juegos hasta la banca en la que yo estaba.

-¿Qué paso Tam Tam?

Él solía llamarme así, le gustaba porque sonaba divertido, escucharlo decirlo siempre me sacaba una sonrisa.

-Campeón, ya sabes que mamá y papá no llegaron anoche, ¿Cierto?

Asintió, podía ver que sentía curiosidad por lo que iba a decirle.

-Pues es porque mamá está muy enferma y papá está con ella en el hospital…

Le expliqué todo, de la manera más sencilla que pude, cuando terminé me pidió que lo llevara a verlos. Y eso hice, pasamos toda la tarde en el hospital, el jugando con mi padre, que al ver al pequeño allí se había animado un poco. Cuando anocheció era hora de partir, mi padre se quedaría en el hospital y yo me llevaría a Mattie a casa.

Cuando llegamos, Mattie quiso ir directo a dormir, y me pidió que al día siguiente lo llevara de nuevo a ver a papá y mamá después de clases, le prometí que lo haría y me fui a mi habitación. Ya allí, necesitaba tranquilizarme así que llamé a Kat, su madre la había puesto al tanto de todo, hablamos un buen rato y me sentí mejor, pero no fue suficiente. Necesita a esa única persona que me ayudaba cuando Kat no podía. Llamé a Adam y me tranquilizó, prometió ir a veme en cuanto llegará el fin de semana; después cuando al fin colgamos, comencé a llorar para desahogarme, y no sé en qué momento me quede dormida.

Diario de mi Alocada VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora