Lección 99 || Cuando llueve, los crisantemos no son de colores

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Richard Grayson no entendía muy bien lo que estaba pasando, pero algo muy dentro suyo le decía que debería sentirse feliz.

Sin embargo.

−Y aquí es en donde guardamos las cobijas, siéntase en la libertad de tomar una si le hace falta −el amable mayordomo explicó, al tiempo que la singular criatura se dedicaba a admirar el techo.

Justo como la primera vez, Alfred casi se atreve a pensar en un líquido momento de debilidad. No obstante, negó con la cabeza. Y es que, no importaba realmente si el cuerpo en el que habían creado al Talon había sido el de Dick. Este que estaba aquí no era su Richard. No de verdad. Él no había vuelto.

Aun así.

El Talon dio un pequeño brinco en su lugar al ver la lámpara posada sobre el buró de la cama. Esa era su favorita, la que tenía elefantes en ella. Con un simple toque que avisó a Alfred que se movería, los pies del muchacho se adelantaron hasta tener el rosado artefacto entre sus manos, mientras sus ojos amarillos lo examinaban.

Tragando un sabor extraño que subía por su garganta, Alfred carraspeó.

−Veo que le agrada la pieza, amo... −Dick.

Pero, el nombre se quedó atorado en su paladar, sin atreverse a salir.

Y es que, Alfred tenía que comprenderlo; él no había vuelto.

−Si gira la pequeña manija de un lado, verá que también es una especie de caja musical −dijo, en parte porque era cierto y en parte porque necesitaba la distracción−. Fue un regalo para el amo Bruce hace algunas décadas ya. Un socio de su padre lo envió desde la India −explicó−. Puede probarlo, si quiere.

Y, lanzando una fugaz mirada al mayordomo, la criatura tragó con el objeto en manos.

Los niños en el orfanato solían prestarle cosas así también; muñecas, osos de peluche, libretas, cajas musicales. Todo se sentía tan raro, tan impropio y nostálgico. Era como si hubieran pasado siglos desde que Richard hubiera tenido permitido el tener algo así entre sus manos. Como si, en cualquier momento, alguien pudiera atravesar esa puerta y quitárselo todo otra vez.

−¿Todo está bien, señor? −elocuente, aunque con el ceño fruncido en un dejo de preocupación, Alfred dio un paso al frente, al tiempo que se inclinaba ligeramente sobre la criatura al notar cómo las manos de esta se aferraban un poco al objeto.

El Talon observó el artefacto, depositándolo con cuidado sobre la superficie para poder hacer una seña.

"Yo" señaló.

Y "Conocer" después, antes de apuntar de nuevo hacia los elefantes en la cubierta de la lámpara.

"Yo. Conocer- los".

Alfred respiró. Los ojos de la criatura le miraron por un segundo con una especie de abstracto conocimiento, mientras sus dedos acariciaban al elefante bebé de la ilustración, cuya silueta mantenía su trompita fuertemente asida de la cola de su madre.

Algo en el pecho de Richard latió por un segundo con una extraña mezcla de seguridad y desconcierto.

Y es que ¿Por qué el elefante había soltado a su mamá? Y ¿Cómo podía él saber, sin prueba alguna, que eso era lo que el pequeño elefante había hecho?

"Casa" algo entre sus dientes musitó "Él debe querer ir a su casa".

Y, los golpes en las costillas del Talon dolieron un poco.

Alfred aun podía recordar el lugar exacto en el que habían estado los hematomas de la criatura cuando había llegado a la mansión, malherido. Él podía señalar el lugar preciso en el que cada uno de ellos se hallaba, aun con el traje negro cubriendo a la bestia por completo.

Batfamily One Shots || Pet TalonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora