capitulo dos

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Después de esa plática Aiden lo dejó solo y aún si tenía toda la motivación que necesitaba, le costó un minuto o dos más en el sofá el tomar fuerzas para levantarse y hacer lo que le pidió. Al final terminó por ducharse y arreglar su físico con el que había sido tan negligente estos últimos días, quitándose los rastros de (escasa) barba que tenía, lavándose los dientes y arreglando un poco sus uñas y cabello.

Aunque la incomodidad que sentía se desvaneció por los pocos minutos que duró en la ducha y lo que duró sintiéndose normal mientras se preparaba para dormir, al regresar a su sillón designado y recostarse volvió a la incomodidad y el hormigueo que ahora, al parecer, relacionaba con ese sillón. Pero no planeaba decir nada, a este punto parecía soportable así que pensaba quedarse ahí. Aunque en realidad estuviera a nada de las lagrimas, seguía sin ser tan importante.

Dió unas cuantas vueltas en el sillón, se levantó, y se volvió a recostar. Caminó un poco por la habitación, y se volvió a recostar. Caminó ahora por la casa, y se volvió a recostar. Contó hasta cien, contó hasta doscientos, contó ovejas, cerditos y hasta elefantes, pero nada parecía ayudarlo a conciliar el sueño. En algún punto de la noche casi lo logró, pero conforme el sueño se acercaba sentía como la ansiedad le subía por el cuerpo y le preguntaba qué pasaría si despertaba de nuevo en la mansión, si todo fuera un sueño. Y aunque una parte de el quería que todo esto fuera solo un cruel juego de su mente, la otra le decía que había ya pasado por demasiado como para volver al inicio. Así que abrió los ojos y aunque estuviese tan cansado como nunca lo estuvo en los años que pasó siendo asfixiado por el mundo aparentemente maravillosos en el que nació hasta no poder más, decidió que no se arriesgaría a dormirse.

A falta de un reloj funcional no supo bien cuánto tiempo había pasado, pero en algún momento de su no tan romántica velada consigo mismo, cerró los ojos en pánico al escuchar pasos que asumió tal vez serían de Meg yendo por un vaso de agua, ya que prefería más bien no molestarla más de lo que sentía que a lo mejor ya lo hacía la idea de que viviría en su casa por un par de meses. Sin embargo, al escuchar pasos detenerse frente a él entreabrió sus ojos, y frente a sí, vió una figura más bien alta y algo aterradora bajo la luz de la ventana que, en ese momento descubrió, era Aiden. Y mientras salía de su estado de alerta, suspiró con pesadez intentando disimularlo y se sentó, preparándose mentalmente para hablar después de tanto.

–Me asustaste– no atinó a decir nada más, se sentía tonto y quería arrancarse la garganta, pero cuando Aiden se sentó junto a él y pareció no molestarse, supo que lo estaba sobrepensando e intentó parar de hacerlo.
–No cenaste– miraba a sus manos y de vez en cuando le daba miradas leves a él, lo hacía sentir juzgado pero creía que era su mente jugando con él de nuevo.
–no pude, no tengo hambre– Ían hablaba palabras suaves y premeditadas por miedo a hacer algo mal, pero la manera en que Aiden se mordía el interior de la mejilla y torcía los labios hacia la derecha le decía que, a pesar de sus intentos, terminó por hacer algo mal.
–Entiendo– no entendía, y lejos de no entender no sabía que hacer con él, pero tenía que ser paciente. Tenía que pretender que entendía, intentar entender, darle tiempo –Meg te vio caminar por ahí y me dijo que viniera a verte, que parecías o ser sonámbulo o no estarla pasando muy bien– el tono en el que lo dijo y la sonrisa de lado en su rostro hizo reír un poco al otro por primera vez desde que comenzó todo esto, y eso le daba algo de alivio. Ahora sabía que al menos seguía ahí, en el fondo.
–no soy sonámbulo, y pues, sobre pasarla bien no se mucho. Pero si te sirve no es por ti, ni por tu casa, ni por Meg, ni nada. Es que a esta hora mi mente nunca parece querer dejarme en paz– cruzaba los brazos de una manera en la que parecía abrazarse a sí mismo, y fruncía los labios de una manera que le avisaba que estaba por llorar. Aiden no podía apartar la mirada porque quería examinarlo todo, saber que hacer para que esté bien. Estaba bajo su cuidado ahora y se sentía como la mierda, y eso significaba que el estaba haciendo algo mal.

la efimeridad del infinitoWhere stories live. Discover now