Han pasado tres días desde la última carta. Mamá me ha llevado a vivir con su hermana. Toña se llama. No me gusta mi nueva casa. Es pequeña, está sucia y no hay canales para niños en la televisión de aquí.
Mamá dijo que me quedaría aquí durante un tiempo. Vendría por mí todos los días para llevarme a la escuela, pero no se quedará conmigo a dormir. Toña es una señora muy enojona. Se molesta de que toco las piezas de barro de su sala. Es odiosa. Con razón está soltera.
¿Sabes qué es lo mejor? Andrea vive a dos calles de aquí. Lo sé porque la ví en el jardín el día que mamá me trajo. Le pregunté qué hacía aquí. Solo me dijo que me vio pasar en el coche de mamá y vino a visitarme, pero tenía que irse, porque su nuevo papá se irritaba al no verla dentro de su casa. No sé qué es irritar, me suena a burritos, pero no creo que se refiera a eso.
Andrea es una niña muy rara. No le gusta jugar a las muñecas. Ella prefiere solo verme. Pero está bien. Tampoco me gusta hablar mucho. Me alegro mucho ser su amiga. Le mostré al señor Bigotes. Ella se sorprendió mucho porque no tenía ojos. Le dije que un extraño hombre me lo había dado. Sr. Conejo se hace llamar.
Ella me preguntó sobre cómo era él. Solo le dije que igual que mi papá. Panzón, un poco alto y calvo. Andrea se rió, yo también.
El Sr. Conejo es un hombre muy bueno. Creí que no lo volvería a ver desde que nos mudamos de casa. Pero hace dos noches lo encontré afuera. Mi nuevo cuarto no tiene ventanas pero si una rendija donde se escapa el gato de Toña. Me di cuenta de él porque encontré otra flor morada en mi cuarto la primera noche que estuve aquí.
Toña se había quedado dormida mirando la televisión. Yo no podía dormir. Ella ronca muy feo y mi cama está muy dura. Salí al baño por un momento y cuando regresé encontré esa flor en mi cama, quise tirarla de nuevo, pero por esta ocasión la dejé porque sabía que el Sr. Conejo lo había puesto. Quizá no sabe hablar, quizá le gusten las flores moradas.
Habían pasado unos minutos cuando escuché que el gato se quejaba. Se había atorado en una de las rendijas de una especie de hueco que hay en la pared. Me levanté a ayudarle, pero cuando me acerqué ya no se movía. Antes de que Toña se quedara dormida viendo la tele me dijo que el gatito se escapaba todas las noches por esa rendija, que no me asustara si no llegase a verlo. Pero ahí estaba él. Maullando como un bebé cuando le quitan su paleta.
Traté de ayudarle, pero estaba muy atorado. Después dejó de maullar. Creo que se soltó porque desapareció. Quise mirar sobre la rendija para ver a dónde había ido. Y allí estaba él Sr. Conejo. Llevaba al gato en su puño. Y tenía una cámara fotográfica.
¿Una sesión de fotos a altas horas de la noche? No lo sé. Así que solo me despedí del Sr. Conejo y volví a la cama.
Al día siguiente, Toña se encontraba muy triste. Parece ser que los perros de la vecina se habían comido la cabeza de su gato. No le hablé. Sentí pena por ella. Y mamá me llevó a la escuela. No escribimos cartas hasta el día de hoy. La profesora se encontraba enferma.
No tengo mucho qué contarte. Me la he pasado muy aburrida en casa. Lo bueno que Andrea está aquí. Pero casi no sale, su papá se enoja mucho.
No he vuelto a ver al Sr. Conejo desde entonces. Espero vuelva pronto.
Con cariño, Vicky.
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Los conejos se suicidan en la oscuridad
Mystery / ThrillerEl cadáver de Victoria Da Silva fue encontrado colgado en un pequeño sótano cubierto de flores amatistas. En sus delgadas manos cubría un pequeño conejo muerto con decenas de cartas y fotografías en su interior, las cuáles mostraban a una pequeña Vi...