하나 | Uno

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«Entonces, se dio cuenta de que, con respecto a sus demonios internos, tenía dos alternativas: aceptarse o rechazarse.»

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Interrumpimos la transmisión para informar que hoy, diecinueve de octubre, el Ejército Popular de la Liberación ha desplegado sus tropas en el paralelo treinta y ocho, la antigua frontera entre la República de Corea y la República Popular de Corea —informó una voz masculina que acababa de interrumpir la canción que estaba sonando en la radio del auto—. Recordemos que hoy se cumplen tres meses y veinticuatro días desde que la RPC invadió la ciudad de Seúl...

El chico que conducía el auto soltó un silbido al escuchar.

—Malditos comunistas —murmuró—, si pudiera le pegaría un disparo en la cabeza uno por uno...

El otro hombre, llamado Kim Namjoon, que iba sentado a su lado en el auto le miró de soslayo y finalmente corrió los ojos con desprecio para volver a ponerlos sobre la ventana. Era otoño, hacía frío, y el cielo estaba completamente gris, tanto que no dejaba pasar los rayos del sol. Tanto que parecía ser casi de noche cuando aún era mediodía.

La guerra había comenzado hace meses y eso que recubría el cielo no eran nubes, sino que cenizas. Cenizas producto de bombardeos e incendios a lo largo de toda la República de Corea.

—Es por eso que no tiene arma asignada, cadete Yoo —murmuró el mayor.

El cadete Yoo aplanó los labios molesto. Todavía no estaba listo para ejercer, pero dado que la guerra había comenzado hace poco, muchos hombres habían tenido que ir al frente y él había sido uno de los pocos que había quedado. Él, junto con el detective Kim que estaba a su lado, quien era demasiado valioso para el cuerpo policiaco como para mandarlo a una muerte segura en la guerra.

—¿Qué me dice de usted, detective Kim? —Respondió el chiquillo, todavía molesto—. Ni siquiera tiene uniforme.

—Es parte de mi trabajo, Yoo, además me gusta más usar mi propia ropa —respondió con una sonrisa irónica en la que se le marcaron los hoyuelos de las mejillas.

El chico resopló, pero se animó internamente al ver, a lo lejos, su destino. El viaje había sido terriblemente incómodo, pues el detective Kim no era un hombre muy hablador y, además, le había mirado de mala manera cada vez que intentó tararear la letra de las canciones que salían en la radio. Le respetaba de manera conmensurable, pero de la misma manera en que lo hacía, también le desagradaba.

—Hemos aquí —soltó en un suspiro cuando detuvo completamente el automóvil dentro del pequeño estacionamiento privado de un edificio bastante feo.

Kim Namjoon miró por la ventana un momento. El edificio gris, de más o menos unos cinco pisos y ventanas sucias, tenía un letrero con letras neón color rojo y amarillo, y frunció el ceño al leerlo.

Hondon Hotel.

¿Quién le pondría de esa manera a un hotel? Hondon significaba, literalmente, caos. Y al detective Kim no le parecía en absoluto un nombre adecuado ni llamativo.

Abrió la puerta del auto y se fue a la parte trasera para sacar sus dos maletas de la cajuela. Se sobresaltó al ver de pronto al cadete Yoo a su lado. Frunció el ceño a la vez que cerraba el maletero.

—¿Qué haces? —Preguntó, olvidando los formalismos por primera vez.

—Acompañarlo. Es la orden que me dieron.

El hombre negó con la cabeza.

—No necesito acompañante, Yoo. Vete a casa.

El chico soltó un suspiro mientras veía al detective alejarse. Sentía una mezcla de decepción y alivio, porque moría de ganas de saber qué era lo que había ocurrido en aquel horrible hotel que se alzaba frente a él, pero, por otro lado, no quería seguir compartiendo tiempo con Kim Namjoon.

HONDON HOTEL ━ K.NJ〚+21〛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora