chapter fifteen

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Cuauhtémoc

—¿Le temes a la universidad?

Mateo sale de mi baño luciendo como un modelo de ropa interior mientras se aparta el pelo húmedo de la cara.

Mi boca se llena de humedad y mis tripas dan un espasmo de interés.

El fuego fundido lame mis venas cuando le veo dejar caer la toalla como un vago en el suelo y ponerse los boxers. Se detiene y la sorpresa me deja sin aliento. Supuse que iba a irse. Aceleré mi ducha por esa razón.

—¿Asustado? No. ¿Por qué lo estaría? —Se sentó en el extremo de mi cama. La que tuve que rehacer porque me corrí en las sábanas. Mientras revisa su teléfono, inclina la cabeza para mirarme.

—Pasas de ser popular en el colegio a ser un don nadie en la universidad.

—Sólo es un estanque más grande en el que crecer. No puedo esperar. No puedo esperar a salir de casa —La confianza rezuma de su voz y le creo. Apuesto a que este tipo nunca ha tenido un segundo de duda en su vida. Nunca ha cuestionado su popularidad. Tiene la intención de entrar en la universidad y adueñarse de ella.

—¿No te llevas bien con tus padres?

—¿Alguien lo hace?

—Sí, yo sí.

Mateo sonríe y lo siento en todas partes. En mis dedos que quieren volver a tirar de su pelo, en mi boca donde necesito su sabor. Lo quiero encima de mí otra vez.

—Ya sabemos que eres un pequeño bicho raro, López —Se echa hacia atrás y se frota el vientre plano; mis ojos lo siguen como un pervertido—. Me muero de hambre, voy a pedir una pizza, ¿qué quieres?

Él se queda.

La conmoción me atraviesa y tengo que morderme el interior de la mejilla para contener una sonrisa. No debería sentirme tan bien.

Follamos. Él experimentó; debería ser yo quien lo echara para tener la ventaja, pero atravieso la habitación a grandes zancadas.

—Eso llevará demasiado tiempo, tenemos pizzas en el congelador, las meteré en el horno.

Mateo sonríe a medias y casi me hace besar la alfombra cuando añade: "no tardes."

Ese sexy imbécil definitivamente tiene una doble personalidad.

Cuando regreso, está acostado en medio de mi cama mirando su teléfono.

—¿Alguien importante? —Le pregunto. Más que curiosidad por saber qué chicas le mandan mensajes para ligar.

—Bates. Hay una fiesta.

—¿Vas a ir?

—¿Intentas librarte de mí, López?

—Sinceramente, no pensé que te quedarías.

Sonríe a su manera arrogante. Se diría que soy yo el que está probando mi mariconería por primera vez y no él. No estoy seguro de cómo proceder y él está desparramado como si no tuviera otro lugar en el que estar que en la cama del tipo que se ha follado.

—Yo tampoco.

Su teléfono vuelve a sonar y se pone a teclear.

Me entretengo con la computadora, tirando de la camiseta desechada mientras repaso mi agenda de verano. Sólo cuando su mano se enrosca en mi nuca me saca de mi niebla de trabajo, como la llaman todos, en la que me olvido de que la vida existe.

—¿No tienes que llamar a tus padres?

—¿Qué tengo, siete años?

—¿Tienes que ser un puto sarcástico con todo?

manhattan tormentor | matemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora