chapter seventeen

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Mateo

No puedo creer que el maratón de sexo... tan alucinante... que tuve anoche fuera con un hombre.

El mejor sexo de mi vida fue con un hombre.

Llevo un mes diciendo lo mismo cada vez que me enrollo con López. Y cada vez juro que es la última.

Su aliento ardiente me toca la nuca. El rastro de lujuria en lo más profundo de mis entrañas debería ser casi imposible, viendo lo mucho que me he corrido ya en las últimas horas. Temo es jodidamente potente.

Su lujuria me invade como una ola. Es más grande de lo esperado y se siente sólido encima de mí. Huele tan bien que lleno mis pulmones con él.

Es absurdo cómo su exhalación puede revolucionarme. Antes de que pueda actuar haciendo alguna estupidez, ruedo fuera de la cama y engancho los pantalones de deporte desechados del suelo, subiéndolos por las piernas. Y solo entonces me enfrento a la mierdita sexy que está tumbada sobre su estómago, una vez que pongo algo de distancia entre nosotros.

Me está mirando.

Siempre me está mirando.

Inunda mi cuerpo de calor y me alejo de esos ojos.

Nunca pensé que me volvería a ver después de haber sido un cobarde en el café, pero aquí estamos. Adictos.

—Es hora de que te vayas —Le digo.

Su resoplido no ayuda a aplacar mi deseo. Resopla sarcásticamente, pone los ojos en blanco, incluso se burla de casi todo lo que le digo y nada me hace desearlo menos. No sé si soy demasiado calenturiento o él es muy atractivo, así que ni siquiera sus molestas costumbres me resultan tan molestas.

Lo observo moverse para sentarse a un lado de la cama. Tiene una semi que parece imposible por la cantidad de veces que hemos usado su pene.

Todas las noches me llama o rompo el pacto conmigo mismo de no volver a verlo y lo llamo. Se ha convertido en una enfermedad de la que no me puedo librar.

Con la mierda de mi padre aumentando, necesito esta distracción.

Bebo directamente de un cartón de jugo de naranja que he dejado fuera hace un rato y me limpio la boca con el dorso de la mano mientras le veo ponerse los boxers blancos. Ocultando ese culo perfecto.

¿Qué pendejadas estoy diciendo?

Significa que necesito que se vaya.

Pero no se pone más ropa. Se acerca a mí y me preparo para el olor a manzanas y a sexo.

Me agita y aprieto los dientes para no acercarme a él.

Temo no tiene esa contención porque sus manos llegan a mi cintura, su cara a la mía.

—Fue divertido —Me dice.

—Estuvo bien —nada lo desanima cuando sonríe, acercándose—. No empieces, López —Advierto, poniendo una mano en su pecho para detener cualquier locura que vea—, la diversión se acabó.

—¿Se acabó?

Juraría sobre un montón de cosas hace un mes que López no tenía ningún juego seductor en su cuerpo, su mirada inquebrantable, sus ojos ardientes y su voz de humo lamiendo la superficie de mi piel. No puedo negar que hay algo irresistible en él. Algo en lo que quiero ahogarme.

Le devuelvo la mirada. Sus labios casi rozan los míos.

—Si me dejas follarte por una vez...

—Eso no va a pasar —Mi voz es dura, y su risa es burlona.

manhattan tormentor | matemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora