epilogue

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Mateo

Jeremy Symanski detesta las interrupciones.

Mala suerte para él que no me importe nada cuando paso por delante de su secretaria e irrumpo en el despacho de mi padre.

Él levanta la cabeza y, aunque hace años que no lo veo, su mirada es de irritación. No me sorprende. Le he decepcionado desde que nací.

—Señor, lo siento, yo... —dice su jovencita detrás de mí. Apostaría mi coche a que se la está tirando.

—Está bien, Kirsten. Cierra la puerta —Se despide con frialdad.

Puede que haya cambiado en los últimos años. Puede que esté enamorado de un hombre y en una carrera en la que prospere. Pero sigo siendo el hombre seguro de sí mismo que él crió. Todavía tengo el rencor de Symanski por mis venas.

Temo me convenció de venir hoy a verlo.

Es catártico, dijo.

Su familia no se parece en nada a la mía.

Los imbéciles despiadados no pueden cambiar. Sé con certeza que Jeremy no cambiará. Para poder decirle a Temo que intenté ofrecer una rama de olivo a mi padre, aquí estoy.

—Hola, papá. ¿Cómo va todo?

—Estoy ocupado, Mateo. ¿Qué quieres? Debiste haber llamado antes —Responde, irritado, mientras revuelve papeles en su mano y mira la pantalla de su computadora.

Solía pensar que quería ser como él.

Insensible.

Indiferente.

Que no me importaran los apegos personales.

Él intentó moldearme a su imagen y semejanza, y casi le dejé ganar.

—No sabía que tenía que pedir cita para ver a mi padre.

—No te hagas el listo conmigo —Advierte, con los ojos como glaciares.

¿He mencionado que me importa una mierda estar aquí? Temo me debe mucho por esta pérdida de tiempo. Por suerte para todos, le amo más de lo que he amado a nadie y no voy a repartir mi vieja venganza. No, tengo algo en mente que ambos disfrutaremos una vez que suba a su auto que me espera afuera.

Estará melancólico. Lo sé. Mi hombre medita tranquilamente sobre la mayoría de las cosas. Piensa las cosas hasta la muerte y se mete en su propia cabeza donde el mundo que lo rodea se desvanece. Pero en lo que a mí respecta, Temo está siempre presente, y sé que se preocupará hasta que vea mi cara.

Tengo que amar a mi nerd. Me ha enseñado mucho sobre lo que significa preocuparse.

—Pensé en pasarme por aquí —y, al sentar mi culo en la silla de cubo curvada frente a su escritorio, observo cómo sus ojos se centran en mí. Me pregunto si ve al hombre que tiene delante y lo diferente que soy, o sólo ve al gamberro que fui una vez.

—¿Por qué?

—Ayer me gradué en la universidad. Summa Cum Laude, si puedes creerlo.

Ninguna reacción de papá.

Porque no le beneficia. Ni siquiera se le ocurriría sentir orgullo por su único hijo.

—Ya veo, y tú estás buscando otra limosna desde que arruinaste tu carrera futbolística.

Me río para mis adentros. No tiene ni idea. La única vez que pateé un balón en el último año ha sido para jugar en el equipo de la liga dominical local de Pepe.

manhattan tormentor | matemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora