PROLOGO

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La luz era muy blanca, me enceguecía. 

Las personas a mi alrededor no dejaban de caminar de un lado a otro. Los pasos y el sonido de las máquinas y elementos que comenzaban a preparar me hacían sentir nerviosa por primera vez. 

Una voz masculina me dijo que pronto empezaríamos en un tono que pretendió ser tranquilizador. No lo fue. Asentí con la cabeza, porque no era capaz de formular palabra. Hace rato había dejado de hacerlo. Cuando me despedí de él hubiese querido decirle tantas cosas. Especialmente cuando me dijo: «te estaré esperando». Pero solo fui capaz de esbozar una débil sonrisa con la que intenté transmitirle seguridad y tranquilidad. Realmente no tenía ninguna de esas cosas, pero necesitaba que él creyera que sí. 

Todo lo que estaba haciendo era en gran parte por él. Y por ella. Tenía que ser fuerte, tenía que ser valiente. 

Una enfermera se acercó, y me di cuenta que era la misma que me había ayudado a prepararme en mi habitación.

—Todo saldrá bien, cariño. —Su voz era dulce y suave—. Eres muy valiente y generosa. Dios te recompensará, ya verás. 

Cuántas veces había oído eso en las últimas semanas: «Eres muy valiente y bondadosa. No muchos harían lo que tú». Aunque también había oído algunos cuantos:«Estás completamente loca».

Y sí, tal vez lo estaba un poco. Desde que lo había conocido, todo mi mundo se desequilibró por completo. Todo lo que creía dejó de ser real. Mi vida «perfecta» se derrumbó. Y me di cuenta que durante mucho tiempo había vivido en una ilusión.Él me abrió los ojos. Me mostró la verdad. Una verdad dolorosa, oscura, difícil de aceptar. Pero la verdad, en definitiva. 

Alguien colocó una mascarilla en mi rostro. 

—Cuenta hasta diez, y poco a poco te irás sumiendo en un profundo sueño —volvió adecir la enfermera.De nuevo, asentí con la cabeza, aunque no estaba segura de haber conseguido moverla. La sentía muy pesada, al igual que mis párpados.

Hice lo que me sugirió y comencé a contar. 

1...

2... 

3... 

4... 

La brillante luz comenzó a parpadear. Mis brazos y extremidades se sentían muy débiles. Las voces se oían cada vez más lejanas. 

5... 

Las mentiras y los engaños también se sentían cada vez más lejanos. 

6... 

La paz absoluta me abrazó. ¿Así se sentirá estar en el paraíso? Porque se sentía maravilloso, y no estaba segura de querer regresar.

Un pequeño pedazo de Cielo ®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora