Mi bebé

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Después de dejar mi bolso empecé a saludar a la gente a mi alrededor, aunque después del tercer abrazo todo me pareció incómodo, recordaba de nuevo ese día, cuando bajé de su cuarto intenté no hacer ruido, ya que David se había quedado dormido a mi lado en el piso sentado y con la cabeza apoyada al colchón.

-Mi niña-la mamá de Nacho me abrazó-es ella-le dijo a un grupo de personas que estaban ahí y todos empezaron a abrazarme, jóvenes, ancianos y personas con edades intermedias a eso, todos lloraban y decían que sea fuerte, que era joven y estaría bien.

Supuse que eran sus familiares, esos que no conocía porque decía que eran raros, y ahora lo entiendo. Aunque por un momento quise empujarlos y decirles que dejen de tocarme por otro lado pensé que esto tal vez era más por ellos que por mi, ellos esperaban sentir más cerca a Nacho abrazando a alguien que sabían que también lo amó, empecé a creer que esa era la razón de los velorios, no sobre los muertos, si no por los vivos, por sentirnos cerca de ellos y compartir todo ese amor entre las personas que sentimos que dejan un vació en nosotros. Es como intentar llenarnos entre nosotros, ahora que la persona que amamos en común nos dejó, nos llenamos de amor entre nosotros con lo que nos quedó por darnos.

Después de unos segundos David bajó corriendo aunque con los ojos medio cerrados y adormilado, me miró y después se fue en dirección contraria, me senté en el sofá lo más cerca a Nacho que pude mientras mucha gente llegaba e intentaba abrazarme. Después de un rato volvió a aparecer David y me tomó del brazo, salimos y llegamos a la cocina.

Había un plato servido.

-No tengo hambre-le dije sabiendo que eso era para mi.

-No es para ti-me dijo mientras se sentaba frente a la comida-solo quería que me acompañes mientras como algo, creo que las personas que están ahí están a punto de convertirse en dementores y quieren darte el beso.

-Eso es un poco cierto-me senté a su lado y apoyé mi cabeza en su hombro-dijiste que te quedarías despierto.

-Y tú que dormirías-me dijo llevándose un bocado a la boca.

-No pude seguir durmiendo.

-Y yo ya no podía estar despierto.

-Me duele el cuerpo.

-Estoy seguro de que es así-cada que respondía se llevaba un bocado a la boca.

-No sé qué haré sin él-le dije realmente triste.

-Dan, no estás sola y siempre tendrás un pedacito de él contigo-sentí una patada en el estómago y reaccioné.

-Tengo hambre-le dije levantando mi cabeza de su hombro y viéndolo fijamente.

-Lo sé-dijo mientras se levantaba y a lado de la mesa sobre una repisa había otro plato de comida-este es tuyo.

-Lo tenías listo-le dije al ver el plato caliente y que parecía recién comprado.

-Claro, solo que te conozco, si te hubiera pedido que comas desde el inicio probablemente no lo hubieras hecho.

-Esperaste a que suplicara por él.

-Esperé a que te  dieras cuenta que hay alguien por quien debes vivir.

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-¡Mamá!-mi pequeña vino hacia mí con los brazos abiertos y saltó sobre mi.

La tomé de inmediato y la cargué, la tenía bien agarrada en un abrazo mientras acariciaba su espalda, este era el abrazo que quería.

-¿Cómo está el ángel de mi vida?

-Bien, hueles raro-giré los ojos y la bajé, al parecer ahora tenía 2 inquisidoras en la familia, quería matarla pero la amaba.

-Permiso, vuelvo en un momento-les dije a todos mientras caminaba con destino a mi cuarto, o bueno al que un día fue mi cuarto, después del nacimiento de Abigail prácticamente todo se había vuelto para ella, tenía su cuna junto a mi cama y pasamos largas noches juntas, cuando debía tomar su leche o se sentía mal era yo quien la cuidaba y atendía, era su madre y ella fue mi mundo entero, me salvó del profundo hoyo en el que estaba entrando.

Para el primer año sin Nacho la llevé conmigo a casa de su madre.

-Es preciosa-decía mientras la tenía en brazos.

-Realmente lo es-le dije viendo la delicadeza con la que la cargaba.

-Se parece mucho a ti, es preciosa como tu.

-Es ella quien me mantiene con vida.

-Él la hubiera adorado, no lo dudes.

-Lo sé, vimos tantas veces el futuro que queríamos juntos que verla a ella sería lo que termine de aclarar las dudas.

-Déjame verla más seguido por favor-dijo con los ojos empañados.

-Las veces que quiera-le dije con la voz quebrada.

Abigail, mi dulce Abigail.

Recuerdo cuando le pusimos ese nombre, estábamos en el hospital, yo la esperaba con ansias, la vi y no lo dudé, ese era su nombre, el nombre que Nacho quería para la niña que se convertiría en su princesa.

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-Hola Abigail, le dije con lágrimas en los ojos.

-Me encanta ese nombre, me dijo mamá a mi lado.

Después de un rato se la entregué.

Con todo lo que pasó le costó mucho a mamá decirme que estaba esperando un bebé, ella quería buscar el momento adecuado, y cuando lo hizo lo único que pude pensar era en el equilibrio de la vida, el ciclo sin fin, una vida se va y otra viene. Desde ese día esperé a mi pequeña hermana con ansias y después de nacer ella se quedó en mi habitación más que en la habitación de mis padres, por lo menos fue así los primeros meses, después me di cuenta que teníamos casa llena y decidí independizarme pero Abigail y yo generamos un vínculo muy fuerte que nos unía siempre y hacía que prácticamente yo sea su segunda madre. Algunas cosas mías seguían en la habitación y dormía aquí cuando me quedaba de visita, obviamente la cuna ya no estaba y mi niña tenía una cama que compartimos de vez en cuando.

Estaba alistándome y entonces lo escuché, una moto pasaba cerca y frenaba cerca de aquí, salí corriendo a ver por la ventana pero solo era un chico entregando un pedido de comida a un vecino.



No estoy sola

Al final estabas TÚDonde viven las historias. Descúbrelo ahora