2._Música

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Mary se quedó viendo a aquel individuo de ojos violeta que la miraba como si ella hubiera hecho algo malo. Como si estuviera a punto de soltar un reclamo, sin embargo, no decía una sola palabra por lo que la muchacha, un tanto incómoda, para terminar con esa atmósfera preguntó con tranquila voz:

-¿Necesitas algo?

Todo el enojo de Dai se esfumó ante esa inesperada interrogante. De reojo miró el cartel a su costado en que su imagen tenía más garbo que la que tenía en ese instante, pero que sin duda nadie podía decir no era él. Volvió sus ojos a la muchacha y arqueo una ceja para después relajar un poco su postura y decir:

-Busco un lugar donde hospedarme ¿Hay alguno que me pueda señalar?

-En este pueblo sólo hay una casa de huéspedes- contestó Mary cruzando los brazos sobre su pecho y viendo a ese sujeto de los pies a la cabeza.

Los zapatos de ese individuo eran caros. Lo mismo la ropa. Tenía una melena rizada de la que, en ocasiones, algunos mechones cubrían su rostro cuando inclinaba la cabeza. Sin embargo, esa faz estaba demasiado limpia. Muy cuidada. Ese sujeto gritaba no era alguien común, pese a que parecía intentar pasar inadvertido con las mangas de la camisa subidas hasta el codo y unos botones desabrochados e intentando adquirir un tono de voz menos estirado.

-¿Podría decirme dónde está ese lugar?- preguntó él mirándola a los ojos.

-Al final de la calle dobla a la izquierda. Es la tercera casa a la derecha. La única con dos niveles en ese pasaje-indicó Mary.

-Muchas gracias- exclamó Dai y se despidió para ir hasta la casa de huéspedes.

Mary lo miró alejarse por la vereda, después vio el cartel que su amiga puso fuera de la tienda mientras se rascaba detrás de la cabeza, chasqueó la lengua y después de tomar su bolso del piso echo a andar por la vereda.

A poco andar, Dai miró atrás. Tuvo la sensación de que alguien lo iba siguiendo. No se equivocó. Mary iba tras él. Sin interés volteo al frente, pero unos minutos después miró de reojo hacia atrás otra vez y esa mujer seguía allí. Resignado soltó un suspiro. Era obvio que lo había reconocido y quería un autógrafo o algo así por lo que se detuvo para esperar la petición, mas cuando aquella mujer paso junto a él le dió una sonrisa de cortesía y siguió su camino como si nada. No fue hasta que la vio doblar en la esquina que considero iban al mismo lugar. Estaba en lo correcto. La muchacha entró en la casa de dos pisos a la que él se dirigía. Llegó allí un par de minutos después de ella teniendo que tocar la puerta, pues él no tenía llave del lugar como si tenía aquella muchacha. Le abrió un hombre alto de unos cincuenta años que le miró de arriba a abajo antes de preguntar a qué había ido ahí.

-Estoy buscando hospedaje- exclamó Dai tras saludar al hombre de modo duro, pero educado.

-¿Sí? Bueno tengo una habitación arriba, pero... ¿De dónde eres?- le preguntó el hombre inclinándose un poco para verlo a la cara- Como que tu cara se me hace familiar, pero no recuerdo de dónde...

Dai  miró más allá del dueño de la casa de huéspedes. Mary estaba en la sala. Podía verla parada frente a un estante revisando unos papeles. Había algo que no consideró hasta ese momento. Él no podía dar su nombre real y si bien se había dado uno no contaba con ningún medio para corroborar su identidad. Por un momento considero pedirle ayuda a esa mujer. Mas era tarde para eso. Volvió su atención al hombre y le explicó que él venía de la ciudad en un automóvil rentado que sufrió una avería en la carretera. La agencia recuperó el vehículo, pero accidentalmente olvidó en el sus documentos. Por suerte llevaba dinero en el bolsillo del pantalón y esperaba fuera suficiente para cubrir el costo de su estadía por esa noche. Parecía un hombre bien educado, de cómoda posición y la historia se escuchaba creíble por lo que el dueño de la casa de huéspedes no le cuestionó la veracidad del relato.

El toque de MidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora