Mary lo quedó viendo con una expresión algo boba.-Estoy trabajando- contestó al fin y se puso a limpiar el mostrador con una servilleta de papel que tomó de un costado.
-Por supuesto-exclamó Dai dando unos pasos hacia ella- Pero al terminar, imagino, puede contar con algo de tiempo libre.
-¿Por qué quiere que tomé un café con usted?- le cuestionó la mujer con un tono curioso más que hostil.
-Porque usted sabe quien soy y no le importa- respondió Dai con un semblante serio.
-Tampoco es tan así ¿Sabe?- exclamó Mary descansando los brazos sobre el mostrador para quedar más a la altura de él- Muero de curiosidad por saber que hace aquí, intentando parecer un tipo cualquiera. En las noticias dicen que desapareció. Incluso creen que fue víctima de un secuestro.
-He estado secuestrado cuarenta años- declaró en voz baja y con disgusto- ¿Aceptará o no mi invitación?- le pregunto en un tono que dejó claro que quería una respuesta inmediata.
Mary se le quedó viendo con una expresión tan serena que hizo de sus ojos algo indescifrable.
-Salgo a las cinco- respondió con calma.
-A las cinco- repitió Dai antes de despedirse para seguir caminando por las calles de ese pueblo sin prisa y sin destino.
La tienda cerraba a las seis en invierno. Pero Mary se iba a las cuatro. Dijo las cinco porque sí. A veces hacia eso. Ganar tiempo sin ninguna razón conciente.
El punto de encuentro fue tácito entre los dos. Cinco para las cinco, Dai llegó a la tienda. No se alarmó al no ver a la mujer. Sabía que llegaría. Motivada por la curiosidad más que por otra cosa. A las cinco en punto Mary apareció desde la plaza. No estaba diferente a como la vio unas horas atrás. El cabello suelto, un atuendo sencillo, si maquillaje o joyería. Tal vez lo único diferente es que llevaba puesto un abrigo negro que se abría un poco con la brisa. El cielo amenazaba con una fuerte lluvia. La estación de radio local advertía de la inclemencia del clima. Era un buen día para tomar café. De eso no había duda. Pero mientras Dai veía a Mary ir hacia él se cuestionó el motivo de su invitación a esa mujer, aún cuando lo había puesto en palabras previamente: "usted sabe quien soy y no le importa" Se sonrió con desprecio así mismo, mientras la saludaba.
La fama es cosa de pocos. De lo contrario, y aunque sea obvio decirle, no sería fama. La fama es un estatus que pone a personas por encima de las demás, casi siempre por un talento que en el real orden de las cosas vale nada. Si de pronto estuvieras a punto de ser abandonado en una isla desierta, sin posibilidades de salir de ella y te diesen a escoger como compañero a un cantante o a un campesino, la respuesta lógica y sensata sería tomar al campesino. Él sabe como cultivar el suelo, como conseguir agua y comida y por supuesto no le ha de molestar demasiado trabajar duro. Pero claro que está situación hipotética no es más que un ejemplo extremista de lo que prima a la hora de sobrevivir y los humanos, en su mayoría, gozan de situaciones cómodas que los apartan un poco del real valor de las cosas. Y la fama está demasiado sobrevalorada.
¿Qué hacia Dai? Actuar mal y, sin embargo, era famoso por eso. Y su fama lo hizo esclavo de sus fans que le reclamaban una cuota de reconocimiento. Un saludo, una fotografía, un estrechon de manos. Cualquier cosa que les permitiera decir que "conocieron" al ídolo. Al ídolo que ellos llevaron a la cima. Irónico. Absurdo. Pero Dai lo vivía cada día de su vida. Lo más cómico del asunto es que en ese momento era él quién reclamaba a sus fans un poco de reconocimiento a su persona y no lo estaba encontrando. Era obvio que no lo haría si descendía al nivel del vulgo. Los ídolos están arriba. En lo alto. Sin padecer lo que padece un hombre común. Un ídolo no sufre. Para el ídolo todo tiene que ser un éxito. Hasta sus escándalos y errores deber estar por encima de los del resto, pues por ningún motivo debe ponerse al nivel de los demás ¿Quién quiere una fotografía con un tipo que va caminando por la calle? ¿Quien le da obsequios a un don nadie que ve todas las mañanas en el autobús o en el local en que pasa por café? Nadie quiere el reconocimiento de su igual. Es el reconocimiento del ídolo lo que brinda un momentáneo triunfo. La pasajera satisfacción de ser alguien. De ser el que el famoso saludo, regaló una fotografía, aceptó su obsequio o cuánto más quieran obtener de su Dios. Porque todo lo que se alaba, se admira y se sigue con amor y fidelidad es un Dios. No uno que crea vida o destruye mundos, pero un Dios al fin y al cabo. Eso era Dai, un dios para todos sus fans. Un Dios vacuo del que anhelaban una pizca de reconocimiento. Y la idea de poder llegar a ser amadas o amados por él, era el sueño excelso.
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El toque de Midas
FanfictionTodo en lo que se involucraba era un éxito, pero a cada éxito él se sentía más vacío y un buen día dejó todo atrás.