Comencé a tomar ayuda por recomendación, porque existía un problema en mi mente.
Mente que fue dependiente de clonazepam y flouxetina. Había olvidado como dormir bien, como descansar, olvide que era estar bien.
Un tratamiento que comenzó en agosto, después de un día 20 donde el alcohol era mi único acompañante. Porque yo ocultaba todo, nadie sabia que pasaba en mi mente, cada noche.
Lo ocultaba tan bien que podía pasar sin hacer ver que era otra persona, pero el problema ya era personal, había algo que me había inundado y la pérdida derramó mis problemas.
Cinco gotas bastaban para cerrar los ojos y terminar otro día, mal, pero ya había culminado otro más.
Una pastilla para elevar el "ánimo" diario después de despertar, era lo que ahora me acompañaba, cero alcohol y mucho tabaco.
Prender un cigarrillo era tan fácil, pero raspaba la garganta mientras las lágrimas caían y mojaban mi ropa. Nada me detenía el mal momento.
Mi cerebro logró soportar más de la dosis sin conseguir su propósito (dormirme) ingería más medicamento que alimento y eso se notaba en mi rostro, los barritos, las ojeras, el cansancio. Ya comenzaba a tejer mi soga, para en cualquier momento colgarme de ella.
Tuve un sueño donde moría y podía ver a mi familia reunida y preguntarme, porque la muerte tiene que ser una reunión inmensa, todos somos egoístas, porque lloramos cuando ya no tiene caso, es absurdo. Es como cuando te dicen que debes cuidar el planeta y no lo tomas en serio, pero cuando el planeta muera, todos nos vamos a lamentar y ya no tiene caso hacerlo.
Yo no quería que mi familia se reuniera sin mí, pero yo ya no estaba a gusto conmigo, mi familia siempre me dio todo, ellos no eran parte del problema. Pero por qué ellos tenían que pagar el dolor por mí? Era lo que no podía comprender, cómo irme sin generar daño, pero era imposible en un mar de preguntas.
Sin embargo, llegó el día, el día del suicidio...
