lección II

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Chan despertó sobresaltado, sintiendo su corazón latir a toda velocidad junto con unas leves punzadas en su cabeza. Miró el techo arriba de él, notando que era distinto al de su cuarto.

Se mareó un poco por el movimiento, retardando el momento donde adivirtió que la habitación en la que estaba definitivamente no era la suya, pero la reconocía tanto como si lo fuera.

Aspiró el olor del cuarto, reconociendo enseguida la colonia de su mejor amigo por todas partes, confirmando lo que había pensado.

Miró lo que llevaba puesto, contemplando la sudadera de Minho en su cuerpo, junto con unos shorts holgados. Chan reparó en el gran tamaño del abrigo, sorprendiéndose levemente.

Por supuesto, era una situación normal. Todo habría estado bien y de manera usual si tan solo el australiano no recordara lo que había sucedido la noche anterior. Pero lo recordaba, tenía cada detalle grabado en su memoria; desde el fuerte agarre de las manos de Minho sobre su cintura, su boca presionando contra la suya, adentrando su lengua para tirar de su labio queriendo adentrarse más, su cuerpo presionado contra el del pelinegro, logrando sentir la anatomía del contrario. El calor de sus cuerpos.

Bang Chan seguía sintiendo la sensación a flor de piel, sin poder olvidarlo. Era incapaz de mirar a los ojos de Minho en ese estado, por lo que imploraba con todas sus fuerzas que él no estuviera en el apartamento.

Pero el universo parecía estar en su contra, puesto que la puerta de la habitación se abrió, dejando entrever a un Minho más atractivo de lo usual: tenía el cabello revuelto, una camisa que dejaba sus hombros y brazos descubiertos y unos joggers oscuros. 

De inmediato, Chan se sonrojó de la vergüenza. Ver su rostro solo aumentaba sus recuerdos de la noche pasada en el bar.

—No sabía que estabas aqu… —No pudo continuar la frase, pues repentinamente el pelinegro se acercó hasta él, tocando su frente con delicadeza.

—¿Acabas de despertar? ¿Te duele la cabeza? —preguntó, mirándolo con el ceño fruncido, preocupado.

El australiano asintió dos veces, incorporándose de la cama para sentarse, mareándose un poco.

—Toma, —Minho le tendió una pastilla, —te ayudará con tu resaca. Te traje hasta acá porque estabas casi muerto. —Chan agarró la pastilla, tragándola de una.

—Gracias. —Murmuró, bajando la vista, preguntándose si era correcto continuar—: Respecto a lo de ayer… —Notó cómo su amigo lo miró con más atención, —¿Qué diablos fue eso?

Lino pareció acercarse más, estando parado frente a él.

—¿Qué de ayer? —cuestionó, sin ceder.

—El beso. —Decidió no retrasarlo, ambos sabían bien lo que había pasado.

Minho chasqueó, soltando una pequeña risa: —¿Acaso no lo entendiste? —replicó, tomando su barbilla entre sus dedos, alzando su rostro para estar enfrentados uno con uno. —Fue tu primera lección.

El australiano sintió un temblor en sus dedos, sin poder creer lo que escuchaba, teniendo los ojos abiertos debido a la sorpresa.

—¿Mi primera lección? —repitió, sin todavía procesarlo.

—Ese fue tu castigo, —explicó su amigo, sonriendo de una manera que Chan nunca había visto, temiendo por un momento —por pedirme las lecciones debido a tu maldito ex. —Susurró las últimas palabras, con los ojos fijos en él.

Bang Chan mentiría si dijera que eso no había dolido. En parte, porque era cierto.

—¿No habías dicho que no aceptabas mi propuesta de ser mi instructor? —atacó el australiano, tratando de defenderse.

Instructor 「 minchan 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora