l8o. Dicotomía

8 1 0
                                    

Existen bosques cielo,

pero también los bosques del infierno

y yo habito en el fuego de sus ramas.

Culpable de decir tu triste nombre,

condenado del pecado,

de profanar tu mano en La Alameda

                   – o al menos culpable de intentar –.


Ésa noche de bosque celestial,

aquella en que perdiste tu teléfono,

que Neptuno observó cómo te amaba,

yo fui al espiral de los deseos,

delimitando tus ojos, dibujando tu pelo en la penumbra.

Pero eso tiene meses,

hoy sólo soy la ciudad de Roma en llamas

que agota el combustible del recuerdo.


Sé que existen bosques del infierno

y también bosques en el cielo,

pero esos yo jamás los he pisado

y pienso que también serán de fuego,

pero uno del color rosa de alegría,

cuyas brasas son dulces estolones,

que siembran campanillas,

que arden mas no consumen;

que abrazan, pero no abrasan.

Hay bosques de cielo y yo sólo los teorizo,

hay bosques cielos y sólo sé soñarlos.

Por eso en estos bosques del infierno

de tiza, de aserrín y de ceniza,

yo recito tu nombre

así como una súplica, un rosario,

para alcanzar el cielo que he perdido

el veintidós de abril que fallecí.

Las flores que las ruinas han regurgitadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora