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Pocas personas tienen sus cinco minutos de fama durante la vida, esta situación es raro que se repita, a Ibis el mono le sucedió cuando extravió su instrumento musical y lo recuperó gracias a las redes sociales. Sus amigos lo conocen como Barba Azul desde que adoptó el blues como su estilo de vida. Al igual que el jazz, ambos son géneros musicales que se interpretan desde el alma, podría decirse que uno es agua y el otro aceite pero si los juntas pueden explotar. Con muy poca iluminación, el bar guardaba su atmósfera de misterio para relajar a los clientes que disfrutarían las canciones tocadas por los músicos. Barba Azul recibió a Iracheta con un fuerte abrazo con sus cuatro patas, la pantera emitió un suave ronroneo que la hizo ver tierna. Melissa se impresionó por ese cambio de actitud en su nueva amiga. ¿Así serían todos los felinos? Se preguntó. Ibis el chango se acercó a la pequeña jirafa quien la miró desde las patas hasta los cuernitos.

– ¿No está tu amiga muy chiquita para trabajar de mesera? –Preguntó el mono a la pantera.

– Querido Ibis, la traje aquí porque tiene la punzada en los labios. Es una jazzista que no quiere aceptar su destino. – Dijo Iracheta, conocedora de ese camino.

– Pues patas a la obra, no perdamos tiempo mi chata. –Alcanzó a responder el mono cuando vio a Melissa que quería escapar de ahí. – ¿Ey jirafita a dónde vas?

– Es que mis papás deben estar preocupados por mí. –Dijo Melissa temerosa.

– Yo no sé quiénes sean tus papás, lo que sí sé es que ellos tienen una promesa musical como hija pero no lo saben, tú vas a regresar a tu casa tocando jazz baby. –Le aseguró Ibis tronando los dedos tres veces.

Rocky el pulpo estaba atrás de la barra secando los vasos, escuchó que Ibis tronó sus dedos, esa era la señal para encender las luces del escenario. Un halo de luz cayó sobre la duela de madera, iluminó los instrumentos musicales que ahí yacían a la espera de los artistas. Ibis el mono pegó un salto desde una de las mesas hasta el espacio de escena donde le pidió a Melissa que subiera también. La altura entre el piso y el techo no era problema para la jirafa, cabía perfectamente, se sentía feliz. Barba Azul habló con ella, fue muy claro en sus indicaciones, le dijo que todos los instrumentos son iguales porque la música viene del corazón pero el jazz se escapa del alma para hacer felices a todo mundo.

– Libera tu alma jirafita. Dale Paola a la batería. –Ordenó el mono a la mandril que agarraba con sus patas un palo de madera cuya punta tenía como un cepillo de hilos metálicos pero de filas suaves, el sonido que hacía sobre la tarola te hipnotizaba. –Jimmy toca el bajo de una vez. –Dio la indicación a la tortuga que raspaba las cuerdas de su instrumento con una calma relajante que te transportaba a otro lugar.

La única diferencia al tocar una flauta y un saxofón es la alegría que le pones a eso, dijo Barba Azul abajo del escenario. Melissa llevó su hocico hacia la boquilla del saxofón, empezó a soplar aire despacio, una tormenta se batía adentro de sus pulmones, por su garganta subían olas colosales como un tsunami que arrasa con todo a su paso. Con sus pezuñas oprimía las llaves del saxofón para hacerlo hablar, gritar y reír. La picazón de sus labios era más fuerte, sentía sobre su lengua el ácido cítrico de una naranja, lo salado del mar, incluso minúsculas partículas de estrellas se colaron entre sus dientes. Iracheta la pantera se preguntó de dónde salían tantas luces de colores. Las manchas en la piel de Melissa brillaban al ritmo de la música, por primera vez el aire salía desde su hocico hacia el saxofón, cuerpo y alma de fusionaron en un melodioso milagro digno de una inolvidable velada. La indefensa pequeñita rompió el cascarón de sus miedos, atrás quedarían las dudas sobre la condición de su cuerpo, para sus amigos y familiares siempre sería Melissa pero el universo la conocería como Jirafa Jazz.

Lejos de ahí, en el castillo real, Papa Jirafa bebía una limonada en el patio, recibió un mensaje de Whatsapp de su hija donde le decía que ya tenía nuevos amigos. Le aseguró que no salió de casa. Las mamás tienen un radar para detectar mentiras, quizá por eso su esposa le guiñó un ojo. El famoso tiktoker terminó su bebida, ahora quería una piña colada, cuando caminó a la barra del bar algo llamó su atención, adentro de una habitación del palacio, había un raro objeto que emitía un intenso brillo color naranja cuya luz escapaba por la ventana. En el aire se percibía una vibra extraña, el "Dreams Hunter", reconoció ese sentimiento y le puso un nombre: felicidad.

JIRAFA JAZZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora