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POV POCHÉ

Puedo nombrar cien lugares en los que preferiría estar ahora mismo que en un club nocturno.

La mayoría de las veces, puedo salirme con la mía con una excusa o mandar a la mierda a mis compañeros de equipo, pero esto es diferente. Estos son nuevos compañeros de equipo, una nueva ciudad, y mañana voy a firmar un contrato que me convertirá en su base. Tengo que dedicarles tiempo, dar la cara, ganarme el tipo de confianza que se traducirá en la cancha de baloncesto. Por desgracia, gran parte de esa confianza se gana fuera de la cancha.

Si mi habilidad hablara por sí misma, ahora mismo estaría en casa en lugar de en este establecimiento oscuro y ruidoso, con una fila de bebidas sin tocar delante de mí. Me masajeo el puente de la nariz, intentando librarme del martilleo en la cabeza, la abrumadora mezcla de colonia y perfume que me produce náuseas. Estos lugares son exactamente iguales, no importa la ciudad. Dallas, Nueva York, Minnesota, Los Ángeles.

Todo se ha vuelto borroso.

— ¡Garzón!— Uno de mis nuevos compañeros de equipo se deja caer sobre la banqueta de cuero de la sección VIP a mi lado, echándome un brazo por los hombros. —Bienvenida a Los Ángeles.

Obligo una sonrisa rápida a mi cara para el ala-pívot del equipo, Rashid. —Gracias. Estoy deseando poner tinta en el papel mañana.

—Mañana está a cien años de distancia, amiga. Tenemos toda la noche por delante. — Con una mano del tamaño de una bandeja de pizza, señala la masa de cuerpos que se retuercen en el suelo de la discoteca, una sección por debajo de nosotros. —Eres María José, “The Silent Assassin” Garzón. Elige a estas mujeres. Vamos a darte una bienvenida de celebridad a Los Ángeles.

Empiezo a decir que no, gracias. Por muchas razones.

La última vez que me acosté con una mujer, en mi primer año de universidad, ocurrió lo impensable. ¿Y ahora? Ya no me suelto. No quito el ojo de la pelota. No bebo ni salgo de fiesta ni llevo a casa a mujeres extrañas, por mucho que necesite alivio. Cada vez que tengo el impulso de ser autodestructiva o de olvidar mis escrúpulos por una noche, recuerdo lo que pasó esa noche y el impulso desaparece.

—Esta vez pasaré...

Eso es lo que empiezo a decir, pero entonces la veo.

Esta linda castaña que parece querer asesinar a alguien.

Tiene la nariz perfecta, los puños apretados a los costados y mira fijamente a un hombre que le dobla en tamaño, lista para lanzar un puñetazo. Mi estómago cambia de lugar con mi corazón. ¿Quién es? ¿Por qué me cuesta respirar cuando la miro? Antes de darme cuenta de que me estoy moviendo, me pongo de pie y exijo que me dejen pasar por la cuerda de terciopelo rojo de la sección VIP hasta la planta principal del club. Detrás de mí, mis futuros compañeros de equipo chocan los cinco, asumiendo que he visto a la mujer que quiero llevar a casa.

— ¡Garzón!— grita uno de ellos detrás de mí. —Solo tienes que mover el dedo hacia ella. Ella viene a ti. No al revés.

Algo me dice que esta chica no viene cuando un dedo se inclina hacia ella.

Solo una corazonada.

Puede que tenga algo que ver con el derechazo que acaba de dar a la mandíbula del hombre. Un sonido a medio camino entre la diversión y la preocupación me abandona, engullido por el bombeo de la música del club. La multitud se separa a mí alrededor, la gente se hace selfies y pide autógrafos, pero sigo adelante, decidido a alcanzar al ángel enojado, porque Dios no quiera que el hombre al que acaba de dar un puñetazo decida vengarse. Si le pone un dedo encima, estaré en la cárcel por asesinato en lugar de ser la nueva base titular de Los Ángeles.

LA HIJA DEL ENTRENADOR (GIP)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora