POV POCHÉ
Daniela llega a la puerta de mi casa tarde esa noche. A propósito. Eso está claro. Puede que se salte sus propias reglas, pero está dejando claro que está en mi casa bajo sus propios términos. Y, por Dios, la mirada de mocosa que me echa cuando sale de su pequeño coche deportivo rosa me pone la polla dura.
La maldita cosa ha estado rígida como una pica desde que firmé el contrato esta tarde y ella respiró aliviada. Sorpresa también. Que haya puesto mi firma en la línea de puntos sin obligarla a casarse.
No necesita saber que firmé con el nombre equivocado.
El entrenador Calle estaba tan contento de tenerlo hecho que tampoco lo comprobó, metiendo los documentos de nuevo en el archivo y cacareando sobre futuros campeonatos a la prensa reunida. Tal vez nadie tenga que saber nunca lo de la firma falsa. Es posible que gane a Daniela completamente por mi cuenta y no tenga que señalar que el contrato nunca se firmó de verdad, pero no hay forma de que deje algo tan importante al azar. Esta chica es el aliento de mis pulmones. Si su terquedad nos impide estar juntas, tendré que enseñarle la mía.
Cuando se detiene frente a mí en la puerta de entrada, el ligero aroma a bayas trituradas burla mi nariz, encuentro un destello de arrepentimiento por haberla engañado. Cree que soy una mujer mejor, y lo seré. Lo seré en cuanto sepa que se queda.
Permanentemente.
—Hola, Poch. — dice, entrecortada, con un tono nervioso que no concuerda con la altanería de su barbilla. Esta chica va a ser difícil de manejar. Lo supe desde el momento en que la vi, pero ahora lo recuerdo. No solo porque tiene temperamento. No solo porque es muy testaruda, sino porque tiene un corazón tierno que se esconde bajo su hermosa superficie, del tipo que podría destripar a un hombre por todas sus vulnerabilidades. Intenta ponerme a la defensiva presentándose tarde. Intenta actuar como si estuviera a cargo, pero la verdad es que se siente expuesta. Sus dedos tiemblan alrededor del asa de su bolsa de viaje y sus hombros se tensan en la proximidad de sus orejas.
Es entonces cuando me fijo en el libro de texto que sobresale de su bolsa.
Medicina deportiva.
— ¿Qué es eso?— pregunto, señalando con la cabeza. Sigue mi línea de visión. —Por si me aburres y tengo que estudiar.
Mi risa estalla y sonríe con picardía, mientras hago una nota mental para consultar sobre las clases particulares para los momentos en que ella estará conmigo en la carretera. Tutoría femenina. — Estudiando, ¿eh?— Le quito la bolsa de las manos, inclinando la cabeza hacia la entrada abierta para que me preceda. —Nunca me he planteado este dilema.
— ¿Qué dilema?
La sigo al interior de la casa, salivando por el movimiento de sus nalgas bajo la corta falda blanca plisada. Dios, si no la tengo debajo de mí pronto, voy a explotar. — ¿Quién te disciplina por una mala nota ahora, cuando aún no has aceptado casarte conmigo? ¿Germán o yo?
Me manda un bufido por encima de su suave hombro. —Me disciplino muy bien, gracias.
— ¿Es eso cierto?— Nos detenemos en el vestíbulo, acercándonos y me quedo momentáneamente sin palabras por tenerla aquí, luciendo tan hermosa en mi casa. Eran solo otras cuatro paredes hasta que ella entró. — ¿Cómo te disciplinas?
—Cuando tengo una mala nota, me obligo a ver baloncesto.
De nuevo, mi risa me pilla desprevenido, rebotando en el interior blanco y español de la casa y me acerco a Daniela, dejando su bolso, mis manos se posan en sus caderas. Apretando. Dando vueltas alrededor de su trasero y agarrándolo con fuerza en ambos lados debajo de su falda, amasando la carne tensa, viendo su boca abrirse en un jadeo. —Te hago una apuesta.
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LA HIJA DEL ENTRENADOR (GIP)
FanfictionEsta historia es una adaptación. Créditos a su autor(a).