POV CALLE
Podría acostumbrarme a este asunto de las mujeres.
María José y yo estamos de pie en la mitad de su gigantesca cancha de baloncesto subterránea, el hecho de que estemos completamente solas se amplifica por la gran magnitud del espacio. Y estamos... coqueteando. No hay otra palabra para ello. Me hace cosquillas y me río. Paso mis manos por debajo de su camiseta gris suelta y sisea una maldición. Me susurra secretos al oído sobre tonterías, solo como excusa para deslizar su mano por la parte trasera de mi falda y yo me desquito dándole un fuerte mordisco en el cuello.
Mi tanga está empapado, pegado a mi piel.
Sinceramente, no recuerdo ninguna otra vez que haya coqueteado con alguna persona sin hacerlo de forma irónica o siendo sarcástica todo el tiempo. Esto es un disfrute puro y sin adulterar para las dos. Es un juego previo. Al menos, eso supongo, ya que nunca lo he hecho antes. Poché me acaricia suavemente los pechos a través del suave material de mi camiseta, gime en mi cuello, me deja sentir el borde de su erección de vez en cuando... todo ello se combina para tejer un hechizo sensual.
Al principio, poner mis manos en cualquier lugar que me apetezca sobre el duro cuerpo de ella se siente como una violación, pero su carne es tan caliente y acogedora bajo las yemas de mis dedos. Cuando uso mis uñas en su abdomen, sisea y me acerca por las nalgas. Cuando recorro su vientre con un dedo, deteniéndome justo al lado de su bulto, me deja mirar el sexo pesado que cubre su pantalón rojo. Y no puedo evitar pensar en cómo sería tocarlo libremente, sin interferencias.
Con sus manos atadas.
Su oferta de contenerse durante mi primera vez fue una sorpresa. ¿Por qué nunca puedo predecir qué dirección va a tomar esta mujer? Vine decidida a contenerme. A pasar la noche sin dejarle pasar mis defensas emocionales. Pero cuando abrió la puerta y me mostró esos hoyuelos, me sorprende a cada paso, manteniéndome constantemente en vilo. De alguna manera, sin embargo, nunca me siento menos que completamente segura. Deseada. Necesitada. Y realmente me hace darme cuenta de cuánto tiempo he pasado sin esa sensación de ser importante para alguien.
Me pidió que lo eligiera por mi propia voluntad.
Nunca esperé considerarlo, pero sentí la conexión instantánea entre nosotras anoche en el club y se hace más fuerte a cada segundo.
Ahora, María José me besa el cuello una vez más y se aleja, sin apartar su atención de mí ni una sola vez mientras recupera una pelota de baloncesto del estante de la banda.
Oh, mi...
Se supone que no me atraen los jugadores de baloncesto. Ni siquiera se supone que me guste este deporte, pero verle rebotar hacia mí, como si el balón fuera una extensión de su cuerpo, con esa sonrisa arrogante en la cara, me atrae. ¿Por qué no puedo ignorarle como hago con el resto de personas del planeta?
-Muy bien, ángel, ven aquí.
Niego y me estudio las uñas, haciendo que se ría.
-Iré hacia ti, entonces. - dice, rebotando en un medio círculo detrás de mí. - ¿Has lanzando el balón a través de la canasta con las manos por encima del aro alguna vez?
- ¿Qué?- Hago un gesto hacia mi cuerpo de camarón. - ¿Es eso una pregunta?
-La altura no es un problema en mi cancha. Tiene poderes mágicos. - Disfrutando claramente, mueve la barbilla hacia el aro más cercano. -Hasta la persona más baja puede hacer un lanzamiento en esa canasta.
Entrecierro los ojos con escepticismo, pero sonrío a medias.
Me pasa el balón. -Adelante. Inténtalo.
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LA HIJA DEL ENTRENADOR (GIP)
FanfictionEsta historia es una adaptación. Créditos a su autor(a).