Un tren, una avería, una chica y un entrometido compañero de viaje. ¿Qué podría salir mal?
***
Luego de una avería en el tren en el que viajaba sola por primera vez en su vida, Amalia tendrá que pasar la noche en un pueblo misterioso, en medio de la...
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La lluvia se desprendió minutos después, justo al poner un pie dentro de las anticuadas paredes del hotel. Ninguno de los otros pasajeros estaba a la vista y la recepcionista se había quedado dormida sobre su silla.
Tenía que admitirlo, en su lugar yo también lo haría.
—¿De dónde sacaste eso? —le pregunté a Eric una vez que estuvimos en el piso que nos tocó. Él acababa de sacar una caja de Monopoly de su habitación—: ¿A quién coño le quitaste eso?
—¿Por qué suenas como si fuera algo malo? La tía de la recepción me lo prestó, resulta que aquí tienen un montón de cosas como esta. Tú dijiste que querías desconectar, pues, no hay nada mejor que jugar a esto.
Miré de nuevo la caja.
—Hace años que no juego eso, ni siquiera recuerdo las reglas.
—¿Sabes cuál es la parte más divertida de este juego? Que bien puedes crear tus propias reglas, aunque no concuerden mucho con las reales —Hizo un gesto con la barbilla hacia el interior de la habitación—: Vamos, entra, Solecito.
Quise negarme y estuve a punto de hacerlo; sin embargo, cuando un trueno retumbó entre las paredes, supe que no quería quedarme sola. El cielo parecía estarse cayendo y, en definitiva, yo no era buena compañía para mí misma cuando eso sucedía.
—Vale —respondí y, con rapidez, di un paso adentro.
...
—Págame.
—No te debo nada.
—Claro que sí, aquí faltan diez euros del alquiler y todavía me debes el ferrocarril. Págame, Eric Ronn.
—Qué pesada. ¿Te estás vengando porque no te vendí la estación de agua?
Sí, pero no iba a decírselo.
—¡Págame!
—¡No!
—¿Por qué?
—Te dije que lo haría luego, todavía nos queda como medio juego.
—Pero yo quiero mi dinero ahora.
—No.
—Sí.
—No lo haré, te esperas.
—Lo harás.
—No daré mi brazo a torcer, Solecito. Esto es un estilo de vida.
Arrugué la nariz.
—Vas a tener que pagarme de alguna u otra forma, no voy a dejarlo estar, Eric Ronn.
Él rio.
—Había olvidado que... —Se detuvo abruptamente y sacudió la cabeza.
