Dos

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HUNTER 

Unas uñas me recorrieron la espalda desnuda de arriba abajo. Siento el edredón en mi espalda baja. Estoy tumbado boca abajo con la cabeza mirando a la ventana, por la que entra la luz del día. Me da en los ojos cerrados.

Inspiro fuerte en señal de que estoy despierto. Las manos siguen subiendo y bajando por mi cuerpo. Por un microsegundo creí que estaba en otro lado con otra persona a mi lado. Pero no tengo ese privilegio.

Las manos, pequeñas y de uñas afiladas, subieron a mi cabeza. Me acariciaron el pelo. Giré mi cabeza a la causante de las caricias. Con aún los ojos cerrados ensanche mi sonrisa.

Lentamente abrir los ojos. A mi lado. Tumbada sobre su lado derecho. Una joven de rulos dorados me sonreía, enseñándome toda su dentadura. Sus ojos azules brillaban con la luz del día.

Sentía la garganta seca y no le respondí a Abby cuando me preguntó:

— ¿Salimos a desayunar?

Solo le pude asentir. En ese mismo momento Abby salió de la cama. Solo llevaba unas bragas. En señal de lo que había pasado anoche. Me daba la espalda mientras recogía la ropa del suelo y caminaba al baño.

La observe desde la cama. Sus rizos estaban un tanto despeinados. Era de estatura media, con bonitas piernas. Y bien dotada por todas partes. Con curvas. Me gustaba su sonrisa y sus ojos azules brillantes. Compartimos el gusto por la buena comida, los deportes de invierno, la música de todos los géneros y los buenos libros. Sinceramente nos complementamos bastante bien.

Se escuchó el agua de la ducha correr. Yo me di la vuelta en la cama y subí la colcha hasta mi barbilla.

Solté un sonoro suspiro.

Es domingo 5 de diciembre, en dos días cumplo los veinticinco años. Y no ha aparecido. Desde aquella vez. Cuanto más tiempo pasa mas me replanteo si lo que sentí fue real. O solo la imaginación jugándome una mala pasada.

Aparté las mantas de encima de mí y alcancé mi ropa. Para llevarla al baño. Necesitaba una ducha con urgencia. Aunque siendo sincero no me apetecía estar con Abby.

Abrí la puerta del baño y me colé entre las cortinas de la ducha. Sin nada de ropa. Abby tenía el pelo mojado y le caía por la espalda como una cascada rubia oscura. Sintió mi presencia y se dio la vuelta. Colgándose en mi cuello.

Me besó. El agua caía como una catarata del grifo de la ducha. Envolví mis brazos alrededor de su cintura y la pegué a mi cuerpo. Nos moví hasta debajo del chorro de agua. El agua empezó a mojar mi cabeza y mis hombros.

Ahora fui yo la que le devolví el beso. Ardiente y fugaz. Nuestros cuerpos están pegados. Fundidos en uno. Debajo del agua caliente.

La temperatura del baño subió unos cuantos grados. Y nos dejamos hacer una vez más. Como la noche anterior. Como los últimos dos años. Como si fuera un juego. Empapados de agua. Y llenos de jabón. Nos enjabonamos. Perdiendo el tiempo.

Abby me miraba de manera especial. Era demasiado consciente de ello. Pero yo no le podía corresponder a sus sentimientos. Eso Abby también lo sabía. Desde que empezamos a salir siempre le dejé claro que no me gustaban los compromisos.

No es cierto del todo, yo tengo compromiso con una sola mujer. Pero Abby como humana no iba a comprender mi mundo, ni mucho menos podía saber que existíamos.

Besos venían. Besos iban. El juego del ratón y el gato. Nos duchamos entre juegos y besos ardientes. Pero pronto se terminaron. Salimos de la ducha y nos vestimos para salir a desayunar.

Selva NegraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora