Cuatro

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HUNTER 

La densa niebla se cernía sobre el pueblo como una cortina. Su espesura dificultaba la visión, incluso para la mirada felina.

Salí del coche, que había aparcado delante de la Cámara. El tiempo era húmedo y excesivamente frío. El sol no se había dejado ver en toda la mañana y se notaba la estrepitosa bajada de las temperaturas. El invierno estaba siendo muy duro.

Miré a las imponentes escalinatas que se alzaban delante de mí. La piedra milenaria inspiraba rectitud y respeto. Daban la entrada a un santuario para la comunidad. A los pies de la escalera se alzaban dos lobos, con la mirada fija en puntos opuestos. Uno miraba al norte y otro al sur.

Me froté las manos por el anorak que llevaba puesto. El frío se me estaba colando hasta los huesos. Solté un suspiro y mi aliento se convirtió en vaho.

Emprendí mi camino escaleras arriba. Las enormes puertas del gran santuario estaban abiertas y al entrar mis pasos resonaron sobre el suelo de mármol.

Había gente dispersa en el vestíbulo, esperando a entrar a la Gran Sala del Consejo. Se escuchaban sus leves murmullos por toda la estancia. La Gran Sala se encontraba tras la puerta de mi derecha.

Empujé la puerta con mis manos para poder entrar. La gente estaba empezando a tomar asiento en sus respectivos sitos. Las voces se elevaron en la estancia en el momento en el que cruce las puertas de maderas.

Estaba acostumbrado a las habladurías de la gente delante. Estaba más que familiarizado con la sensación de que estuvieran hablando de ti delante de tus narices. Pero esta vez lo sentía distinto.

Sentí un escalofrío recorrerme la espalda. Me dejó helado por un momento, pero continué caminando hasta mi sitio en la cabecera de la mesa.

Las miradas se posaban en mí. Las intenté ignorar y seguir mi camino, pero se me resistían las ganas de gruñir para que todos supieran que estaban metiendo los hocicos en donde no debían.

Antes de que pudiera hacer ninguna tontería sentí una mano sobre mi hombro. Al girarme, tenía delante de mí a Zara Dagger la hija del beta

—Felicidades

Me giré hacia la voz, pero antes de poder contestarle sonaron las tres campanadas.

¿Felicidades por qué? Había algo que me estaba perdiendo.

Miré hacia la puerta y vi que la gente estaba entrando y sentando en sus sitios. Le iba a contestar a Zara, pero cuando me giré ya no estaba. Al contrario, estaba sentada al lado de su padre, el señor Dagger, enfrente de mí.

Todo el mundo tomaba asiento. A mi izquierda sentí movimiento y vi como se estaban sentando el señor Collen y su hijo Finn, mi mejor amigo.

Acto seguido las puertas se cerraron. El sonido del portazo fue seguido por unas pisadas fuertes y decididas. Mi padre acababa de entrar en la Gran Sala.

Los miembros del Consejo se pusieron de pie e inclinaron sus cabezas hacia adelante, en señal de respeto. Yo sólo estaba imitando todos sus movimientos.

Seguía un tanto aturdido. Conocía a la perfección el protocolo de las reuniones del Consejo. Pero en aquella ocasión algo se me salía de control. Había algo que todos los consejeros sabían, pero yo no.

Mi padre, Ryan, tomó asiento y el resto imitamos su ejemplo.

—Sean todos bienvenidos a esta reunión extraordinaria

La voz de mi padre sonó autoritaria, pero tranquila. Fuerte y pacífica como la de todo buen líder.

—Tenemos varios puntos a tratar.

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⏰ Última actualización: Aug 14, 2023 ⏰

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