Capítulo 4

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Pov María José.

Recargue el fusil detrás de aquella mesa que usaba cómo escudo una herida de bala en el brazo, sabía que la mesa no duraría mucho si no mataba a los hijos de puta que me tenían atrapada.

Apreté los dientes y respiré pesado una vez cargué el arma, las balas pararon una fracción de segundos y aproveché el momento. Me puse de pie tirando la mesa de una patada, mientras disparaba a los malditos que estaban desprevenidos.

Derribé a 3 de ellos y busqué la salida del salón, pero para mí mala suerte recibía un golpe en mi mandíbula que me dejaba atontada, haciéndome tirar el fusil.

Sacudí mi cabeza y maldije a mis adentros.

— Diavolessa.— Escuché su voz, escupí la sangre de mi boca a un costado.

— Muller.— Murmuré entredientes.

— Haz jodido todo está noche.— Habló con enojo, sonreí cinica.

— Para eso existo, cariño.— Repliqué.

Sasha Muller era un jodido grano en el culo, al igual que una maldita traidora.

Ella dió un grito antes de abalanzarse sobre mi y tirar un golpe, la esquivé y su puño quedó enterrado en la pared, dejé un golpe en su costado y ella se retorció. Sasha no tardó y dejó un codazo en mi pómulo.

Se volteó y empezó a lanzarme golpes, dejé un puñetazo limpio en su nariz estampando su espalda contra la pared, ella gimió de dolor al recibir el golpe en su cabeza, dejé otro golpe en su mejilla para finalmente acabar con un rodillazo en su estómago que la tiró al suelo.

Tomé el fusil que había tirado mirando a Sasha inconsciente, el bolsillo de mi pantalón vibró, rápidamente lo saqué saliendo de aquel lugar que quedaba hecho añicos.

— Dime.— Contesté.

— Tenemos a un soplon.— Avisó uno de mis hombres.

— Llevenlo al calabozo, iré pronto.— Ordené.—¿Valentina?— Inquirí.

Mi hermana era tan terca, le había dicho que se quedará lejos de esto.

— Fuera de la zona.— Sentí que respiraba de nuevo.

Colgué el teléfono y rápidamente subí al coche que estaba en la parte trasera del hotel, tiré el fusil al asiento de copiloto y arranqué el motor.

Valentina tenía que darme explicaciones.

En el calabozo.

Recientemente llegaba a lo que mis hombres y yo conocíamos cómo el calabozo, ahí llevábamos a los soplones para obtener información sustanciosa a base de torturas.

Bajé de la camioneta sintiendo mi mandíbula adolorida y mi brazo, en la entrada del calabozo estaba Evan, mi mano derecha.

— Veo que no te fue tan bien.— Puntualizó señalando mi brazo, rodé los ojos.

— No me digas.— Ironice.— Informe.

— No quiere hablar.— Soltó Evan.

Di un resoplido entrando al calabozo, Evan venía detrás de mi. El piso de concreto con agua y sangre golpeteaba bajo la suela de mi zapato.

— Pues conmigo si hablará.— Mencioné, quitando la cortina de plástico.

Miré al hombre que estaba desnudo, colgado de un gancho de carnicería clavado en sus pies cabeza abajo.

Yango, nuestro destripador se alejó del hombre que estaba casi inconsciente, me acerqué a su cuerpo y me puse de cuclillas para verlo, ladeé mi cabeza y dejé palmadas en su mejilla para despertarlo.

Perversa Obsesión || Caché || TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora