Extra: San Valentin

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Pov María José.

Me quejé al recibir la punzada cortando la piel de mi dedo sacando mi preciada sangre, de nuevo. ¿Cómo algo tan pequeño se atrevió a hacerme daño?

— Maledetti fiori. «Malditas flores»— murmuré.

Seguí cortando las rosas hasta obtener una buena cantidad de ellas en mis manos.

Salí del rosal que pertenecía al jardín de mi casa, viendo mis pantalones de diseñador sucios y mis manos con cortes, nada comparado a lo que he recibido a lo largo de mi vida, pero no negaba que ardían cómo el infierno.

Mi teléfono vibró en mi bolsillo, pero lo ignoré al saber de quién podría tratarse.

— ¡Mamma, mamma!

Al oír aquella voz mi sonrisa se expandió rápidamente, olvidando cualquier cosa al ver a la pequeña que corría con su precioso vestido hacia mí.

Sentí cómo su pequeño cuerpo chocó en mis piernas abrazando estas, me puse de cuclillas para ver los hermosos ojos avellanas de su madre.

— Mi dulce, Anto, ¿extrañaste a mami?— le pregunté.

— ¡Sí!— exclamó. — Te vi desde la ventana, ¿mamá no sabe qué llegaste?

Negué rápidamente y ella tapó su boca con sus dos manitos riendo maliciosa.

— Me puse linda para ti, ¿te gusta?— se giró mostrando su vestido de flores haciéndome sonreír aún más. — Nana dijo que era lindo.

— Te ves más preciosa, no, eso es poco, te ves igual que tu madre.

— ¿Cómo mamá?

— Sí, cómo una diosa. — contesté segura.

Anto sonrió recordándome la sonrisa de su madre, esa sonrisa que me hace darles el mundo a sus pies y que mataría a cualquiera si llega a borrarla.

Mi pequeña hija revoloteó sus pestañas para acercarse a mí y pasar sus dedos fugazmente por mi rostro, sonreí.

— Vamos, hay que ver qué hace mamá.

La alcé con mi brazo libre, enganchando sus piernas en mi cadera, mientras llevaba las rosas en mi otra mano.

— ¿Dónde está diavolo?— pregunté a la castaña.

Se encogió de hombros.

— No sé, ayer se fue luego de darme un beso. — se quedó pensativa. — Creo que mamá se enojó por eso.

Negué ligeramente, teniendo en cuenta de que debía hablar con Damon sobre sus escapes nocturnos.

La que sufría con el humor de su madre era yo, aunque algunas veces no podía quejarme, se puede decir que era vilmente tomada por la rabia de mi adorable esposa.

Con tantos días fuera de casa, eso lucía tentador el día de hoy.

Al adentrarnos a la casa, Anto me señaló el pasillo que debía tomar, haciéndole caso encaminé mis pasos hasta allá, sabiendo dónde podría estar mi esposa, llegué a la puerta y sin importar mucho si tocaba me adentré al lugar con nuestra hija en brazos.

Pude verla de espaldas, hablando por teléfono, y mi vista la observó detenidamente, vestía una camisa ajustada color negra que apretaba su pequeña cintura dándole realce a su espalda y hombros que eran cubiertos por la melena castaña con ciertos destellos rubios, unos pantalones tácticos del mismo color y unas botas altas, recordándome que hoy era miércoles y esos días suele entrenar al pelotón de la organización.

Perversa Obsesión || Caché || TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora