Cortadora de plantas

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En el año 2019 conocí a una señora con un profundo trauma familiar. Afirmaba que su esposo (aunque aún lo es, ya que él no ha querido darle el divorcio) había sido seducido por su hermana, lo que había causado la ruptura en su matrimonio. Según ella, su hermana era una "quita-maridos" y estaba en connivencia con una profesora del colegio anterior donde estudiaban sus hijas, quien la había acusado falsamente de maltrato infantil. Esta historia, por su magnitud, podría parecer delirante para algunos, pero para la señora, su versión de los hechos era la única realidad.

"Mi hijas estudiaban en ATE, ahí una maestra, discúlpeme señor... No me gusta hablar mal de nadie, pero, esa loca aseguró que yo maltrataba a mis hijas. Yo, por supuesto, fui y la enfrenté, amenazándola con demandarla por difamación. Si bien estábamos pasando por un momento difícil en nuestro matrimonio debido a la intromisión de mi hermana, siempre hemos sido una familia unida. No sé cómo se enteraron los demás, pero de repente todos estaban en mi contra. Me advirtieron que me quitarían a mis hijas, que por eso mi esposo me había dejado. Él también cayó en la manipulación. Cuando me casé, fue para siempre, ante Dios, y eso no puede romperse. Por eso decidí cambiar a mis hijas de colegio, para protegerlas de todo este lío. Son niñas ejemplares y prometo apoyarlas en todo lo que necesiten. Siempre he creído en ayudar a quienes me ayudan, por eso estoy aquí para colaborar y ayudar a los niños en lo que pueda."

Este monólogo era una constante en la conversación, ya que la señora lo retomaba una y otra vez. Hablaba con fervor y pasión, y su versión de los hechos involucraba a Dios, a su hermana, a su esposo, a su madre (un tema aparte) y a la profesora que la quería perjudicar, y que, según ella, contaba con el respaldo de personas adineradas que estaban conspirando para arrebatarle a sus hijas. La señora estaba convencida de que existía una conspiración en su contra.

Sus hijas, en quinto y segundo grado, así como un niño en el nivel inicial, reflejaban la situación angustiante de su madre, especialmente la mayor. Se mostraba reservada, con la cabeza baja y temerosa del mundo, aunque cordial en su trato, aunque su sonrisa era forzada. Sus hermanos, por otro lado, mostraban problemas de conducta y falta de atención, especialmente cuando estaban con su madre; gritaban, tomaban cosas y lloraban. Sin embargo, la hija mayor adoptaba una actitud más reservada cuando su madre estaba presente, escondiéndose y aislándose del entorno. En una ocasión, la madre llegó a hablar con el director del colegio porque su hija le había mencionado que no quería venir más porque se sentía perseguida, e incluso dijo que un hombre la había seguido al baño, acusando al personal de mantenimiento y al esposo de la señora encargada de la cafetería. Se revisaron las cámaras de seguridad e se intentó verificar el incidente, pero no se encontraron pruebas que respaldaran sus afirmaciones. Durante uno de estos episodios, la niña tomó unas tijeras y comenzó a cortar las hojas de las plantas del colegio, una conducta preocupante.

El colegio, donde ocurrieron y aún ocurren estos incidentes, cuenta con un pasillo central que va desde la puerta principal hasta la puerta trasera, con tres canchas a lo largo del camino: una para primaria y dos para secundaria. Este pasillo está adornado con macetas de 50 centímetros de altura que contienen plantas de diferentes tamaños, desde 60 centímetros hasta un metro. El director del colegio cuida especialmente de estas plantas, y las hace regar regularmente. La disposición de las macetas a lo largo del pasillo me recordó a las estatuas que se encuentran en la entrada de las grandes construcciones del antiguo Egipto. Sin embargo, un día observé cómo la hija de la señora mutilaba las hojas de estas plantas con unas tijeras, especialmente en la entrada de la dirección, donde despojó a una planta de todas sus hojas. Le pedí que dejara de hacerlo, explicándole que las plantas necesitan ser cuidadas, y noté que otras macetas también habían sido dañadas. Informé al director y a la madre, quien afirmó que este era otro intento de intimidar a su hija.

No quiero ofrecer un final feliz a esta historia, ya que no lo tiene. Sin embargo, la abuela logró obtener la custodia de la hija mayor, o se inició un proceso judicial que la colocó como responsable de sus nietos. La hija mayor aún se muestra delgada, ha empezado a recuperar su confianza, juega con sus amigos en la escuela secundaria y, a pesar de los desafíos que enfrentó durante la pandemia, muestra una actitud más positiva. Sin embargo, ha decidido distanciarse de su madre. Se ve más cuidada y arreglada, su madre aún lucha por los problemas legales y emocionales que enfrenta. En situaciones como estas, la señora se niega a buscar ayuda psicológica, argumentando que los psicólogos no creen en Dios, y ella se aferra a su fe. Otra jornada más en esta ciudad de mierda, donde aún quedan muchas historias por contar.

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