Capítulo 3- La apuesta por lo que anhelan.

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Jinx jadeó por aire, cerrando sus manos alrededor de la muñeca de Sevika y sosteniéndose apenas en la punta de los dedos de sus pies. Miró a la mujer mayor, tenía el ceño fruncido, respiraba erráticamente y la miraba con una furia capaz de incinerar pueblos enteros. Jinx sonrió victoriosa, esa reacción exagerada, esa pérdida absoluta del control, ese poder sobre las respuestas de otra persona, alterando su orden natural de las cosas, más específicamente, sobre Sevika, era lo que había estado añorando toda la semana.

—¿A qué coño estás jugando, mocosa? —gruñó Sevika, pegando su rostro al de Jinx hasta que mirarse a los ojos se convirtió en un reto.

—Hola, Sevika, ¿disfrutaste del espectáculo? —preguntó Jinx altaneramente, sus palabras entrecortándose por la estrangulación a la que era sometida, pero la sonrisa adornando su rostro en todo momento.

—¿Qué mierda fue eso, Jinx? —repitió Sevika, apretando con mayor fuerza el delgado cuello, notando como sus dedos se hundían en la piel y el músculo, sabiendo que dejaría marcas.

—Un…pequeño reg…alo —respondió Jinx, sonriendo mientras jadeaba por aire, clavando sus uñas en el antebrazo de Sevika cuando el suelo dejó de sentirse bajo sus pies—, y pued…o decir que… te… gust…ó.

Por un instante, Sevika sintió la necesidad de reventar aquel pequeño cráneo con la mano metálica que esa misma mente había creado, pero sintió la rodilla de Jinx colarse entre sus piernas, presionando contra el centro de su intimidad, y no pudo contener el gruñido derrotado que retumbó en su pecho. A su pesar, se había mojado con el show presentado por la peliazul, pero lo que la hacía sentir que había perdido era el hecho de que Jinx lo sabía.

Había hecho aquello a propósito y había ganado, aun si Sevika no se había enterado de en qué momento había empezado el juego. Suspiró entre dientes antes de soltar a Jinx, viéndola caer al suelo y llevarse las manos al cuello, tosiendo mientras su rostro recuperaba un tono más normal, diferente al purpúreo que había adquirido, y el aire volvía a fluir hacia sus pulmones.

—Si Silco se entera de esto, estamos jodidas —espetó Sevika, alejándose un paso de Jinx, viéndola apoyarse en la pared mientras se incorporaba.

—¿Por qué crees que vestí a las demás chicas de esa forma? —preguntó Jinx, alzando una ceja al mirar a Sevika, con una clara expresión de burla.

Señaló con la cabeza, en un gesto arrogante, hacia la ventana, mostrándole el encendedor que había colocado en el marco de este. Los ojos de Sevika se detuvieron un segundo de más en las marcas rojizas que sus dedos habían dejado, se volverían hematomas posteriormente, y esa idea le gustó más de lo que estaba dispuesta a admitir.

—¿Qué mierda quieres de mí, Jinx? —acusó Sevika mientras encendía un cigarro, inhalado el aire nicotínico y dejando que la sensación amarga de este pasara por su garganta, impregnando sus pulmones. Sabía que la joven no hacía nada que no fuera previamente calculado, el espectáculo de esa noche tenía un objetivo.

—Quiero un trato —admitió la peliazul, apoyándose casualmente sobre el marco de la ventana, una de sus manos deslizando las uñas perfectamente pintadas en azul oscuro por el brazo real de Sevika, admirando la manera en que la piel se erizaba ante sus caricias fantasmales. Elevó los párpados, clavando su violácea mirada en los ojos oscuros que parecían querer devorarla y matarla a la vez.

—Habla claro, mocosa —espetó Sevika, sintiendo la tensión que se acumulaba en su cuerpo, como una bomba de presión a punto de explotar al más mínimo peso que se le colocara encima.

—Mañana en la noche vas a competir en el torneo de lucha, yo seré tu último oponente. La que pierda deberá concederle un deseo a la ganadora, sea lo que sea —explicó Jinx, acercándose a Sevika hasta que ambas respiraban el mismo aliento, ladeando la cabeza hacia la mano alzada de la mujer y cerrando sus labios sobre el cigarrillo, aspirando el humo nicotínico y viendo como el papel se quemaba.

Fuego infernalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora