Capítulo 4- La victoria deseada.

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La multitud enardecida guardó silencio cuando el cuerpo menudo de Jinx golpeó el suelo en un ruido sordo, agachada sobre sí misma segundos antes de elevarse en toda su estatura, como si fuera algún tipo de gigante poderoso, con una expresión clara de supremacía sobre los demás. Solo Sevika, que la conocía desde hacía demasiados años, había logrado adivinar el brillo en sus ojos, el desafío y la emoción implícitos en la sonrisa arrogante que tiraba de sus labios.

Sabían que era ilegal que Jinx estuviera allí, que Silco los mataría a todos si se enterase, pero Silco no estaba para controlarla y nadie se atrevería a enfrentarse a ella para pedirle que se fuera, menos aun cuando Sevika solo sonrió ante su presencia y dio unos pasos atrás, permitiéndole adentrarse en el ring.

Jinx se acercó a uno de los hombres que organizaban las luchas, quitándose el cinturón con sus armas de fuego y bombas y arrojándoselo a él, sin apenas mirarlo, sus ojos violáceos fijos en todo momento en los de Sevika, quien activó el brazo metálico, cargando el shimmer e inyectándolo en su cuerpo con un peculiar brillo morado. La peliazul no pudo evitar sonreír ante esto, Sevika se tomaba en serio la pelea, Jinx no estaba segura si era porque quería deshacerse de ella, o porque quería mantener sus más bajos deseos ocultos. No le importaba, de cualquier forma.

No fue claro para nadie quien fue la primera en moverse, un segundo habían estado mirándose en extremos opuestos del ring y al siguiente sus cuerpos colapsaban juntos, Jinx tirando una patada alta destinada al rostro de Sevika, pero que terminó impactando en su hombro sano cuando el brazo metálico golpeó la parte alta de su muslo, empujándola sobre sus pies unos metros hacia atrás. Después del golpe inicial, todo se volvió una mancha borrosa de ataques incesantes y veloces que no le daban tiempo al público de alegrarse por los golpes asestados por su favorita, o protestar por los momentos en que era herida.

Jinx atacaba usando su velocidad a su favor, moviéndose rápido y haciendo que sus pies impactaran en la piel de Sevika en diferentes partes de su cuerpo, podía haberla pateado en el costado en un instante y al siguiente estar pateándole la pierna del lado contrario; su velocidad era impresionante, Sevika tenía que admitirlo.

La mujer mayor, por su parte, se dedicó durante los primeros minutos del encuentro a bloquear las patadas que Jinx dirigía a su rostro, atacando con uno que otro golpe por momentos, con una fuerza tan baja que no lograba detener los movimientos uniformes de Jinx.

La frustración fue creciendo en la menor, consciente de que ese no era el estilo de lucha de Sevika, podía verla conteniéndose, evitando golpearla con fuerza, manteniendo la distancia; estaba enojada, de todas las personas que se contendrían de lastimarla por ser la hija de Silco, Sevika nunca estuvo en la lista, y mientras más minutos pasaban del encuentro, más veloces y fuertes se volvían sus ataques, la ira dominando sus movimientos.

No pensó que a su edad, y con su experiencia en combate, podría llegar a cometer un error tan básico como subestimar la voluntad y determinación de su oponente, pero para cuando Jinx se dio cuenta de su error, ya era muy tarde.

Sevika detuvo la patada que iba directo a su rostro, su mano metálica cerniendo un agarre firme sobre el tobillo de Jinx, parándola en seco. Los ojos de Jinx se agrandaron de la impresión al ver la sonrisa arrogante de Sevika, el destello feroz en sus ojos marrones, fue entonces que se dio cuenta de lo que había pasado.

Sevika no la había atacado a propósito, dejando que la frustración creciera en Jinx hasta un punto en que su mente se nublara de pensamientos racionales, llevándola a cometer el error de no medir sus ataques y solo golpear ciegamente, todo mientras Sevika la estudiaba de cerca, aprendiendo su estilo de lucha, haciendo que Jinx creyera que se contenía, que le daba la ventaja. Había jugado con su turbia mente y le había ganado.

Fuego infernalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora