Prólogo

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Las luces de los faroles en las calles se van encendiendo poco a poco, personas deambulan en todos los sentidos, el clima de la ciudad de Córdoba es sumamente frío a esas horas, corre el mes de julio, los transeúntes circulan sin siquiera pensar del peligro que se encuentra en las cercanías; ella va en tejanos algo ajustados, blusa holgada y americana de cuero, botines corte bajo por si es necesario correr, en su muñeca derecha lleva puesta una pulsera en oro casi cobrizo con fragmentos encajados de granate de un rojo muy intenso, los fragmentos de la gema que caen por los costados de su mano se sienten ligeramente calientes.

Tamara entrecierra sus parpados por una fracción de segundo y puede observar una luz que la guía a seguir por su flanco derecho, abre sus ojos y la calle que es su próximo destino parece ser la menos transitada, el leve calor de las piedras va y viene, las joyas parecen estar vivas; es como tocar pequeños corazones que palpitan mientras avanza, esas diminutas palpitaciones se van acelerando indicando que el camino es el correcto. Llega a la entrada principal de un gran edificio pero no hay nadie que le reciba y menos que de información, desde fuera simulan ser instalaciones de un complejo empresarial o quizás un hotel de renombre. Las personas pasan por la acera pero todas al encontrarse en las afuera de la infraestructura aparentan dejar de percibir su existencia.

La mujer se acerca y siente una inmensa aura de oscuridad que inunda todo el recinto, toma la decisión de pasar, pisa frente al amplio portón eléctrico de cristal ahumado reflectante que se abre en instantes al ella adentrarse, camina por un salón de recepción y al fondo vislumbra la existencia de un par de ascensores, se dirige hacia ellos posando su otra mano sobre el interruptor para llamar al elevador, la energía que éste despide es tan maligna que se dispone a buscar otro camino para introducirse más en las instalaciones; nadie está allí, al parecer el lugar se encuentra completamente desolado.

Observa un pasillo a su izquierda y cruza por este, es como una gran «u» al final del trayecto unas escaleras, se determina a subir por ellas. Mientras asciende logra percatarse que cada una de las puertas que dan entrada a los pisos por los cuales va subiendo están clausuradas, las va palpando una por una, pero en éstas nada de oscuridad es latente. Logra ver cámaras, existe un sistema de vigilancia pero mientras las va mirando una a una se percata que todas están apagadas; un piso, otro y otro más, así muchas veces seguidas al punto que cree que no hay salida alguna es como la torre de un castillo hasta que llega a una puerta doble de hierro que no se encuentra cerrada con llave. En su pierna izquierda en una tobillera de oro una turmalina rosa también palpita pero pausado y muy fuerte, le indica es peligroso. Tamara no siente miedo, sabe que allí se encuentra la fuente de toda esa energía oscura.

Abre sigilosamente mientras va examinando a su alrededor, las luminarias son de luz blanca muy tenue, el piso recubierto por una alfombra gruesa en color índigo, no existen paredes sino paneles de vidrio ahumado casi como en la entrada pero estos son mate. Cuando va caminando percibe que no existe ningún tipo de mueble, sólo muchas cajas de cartón y ropa tirada por el suelo, prendas de mujer y hombre. Se traslada por los alrededores percatándose la planta es un pent-house, la escalera por donde subió es el centro del mismo, va surcando por el lado izquierdo de las instalaciones. Al reverso de las escaleras ve situados los ascensores y en sentido lineal a estos, a ciento ochenta grados de la entrada por donde llegó se observa la salida a una terraza con suelos de terracota, allí a lo lejos un hombre de espaldas a ella. Le ve vestido con un jubah en negro, cabellos de un castaño claro, se ve casi arrodillado sobre una chica medio desnuda y tirada sobre el suelo, al parecer drogada, la expresión de ella es de dolor mientras el sujeto la besa con desesperación y a la fuerza por el pecho, más allá de donde se encuentran ellos se ve el espacio necesario para aterrizar un helicóptero.

Annie, el clan de los sietes grandesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora