Capítulo I: El Despertar y... Una nueva amiga.

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Cinco años han pasado desde la muerte de Tamara, en la ciudad de Caracas las horas de la mañana van avanzando, en el reloj sobre el pizarrón se marcan las doce menos un cuarto, la única voz que se escucha a lo lejos es la del profesor explicando detalladamente el procedimiento a seguir en el problema de álgebra. La mayoría de los alumnos prestan atención, un porcentaje pequeño se encarga de sus propios asuntos, entre estos se encuentra Ann. En completo silencio, desde la penúltima fila de escritorios observa a sus compañeros de reojo mientras su mayor atención se diluye mirando por la ventana a los transeúntes que van caminando.

Una mujer arrastrando por la mano a un pequeño calle arriba, dos hombres caminan a paso rápido en una conversación acalorada, una pareja de jóvenes pasea con miradas de complicidad en un dialogo que denota alegría para ambas partes, un oficial de seguridad que se comunica por su radio parlante, un hombre vestido en colores entre negro o azul muy oscuro con algo en blanco, de gafas igualmente oscuras y sombrero ¿Muy elegante para la hora? Y que pareciese le observa desde el lado de afuera de la ventana. Ann se extraña de la situación ya que es algo imposible de ocurrir, las ventanas del Instituto poseen vidrios ahumados en tonalidades mate el cual prohíbe que desde fuera se pueda mirar hacia el interior de las instalaciones.

Un ruido ensordecedor capta su atención, el maestro decidido a que todos los alumnos presten atención a la clase golpeó fuertemente contra el escritorio indicando: -Jóvenes, el tema en cuestión será tratado en una pequeña prueba que será realizada la próxima semana, en vista de la leve atención que han prestado me permitiré repetir los últimos 20 minutos dados para finalizar por el día de hoy.

Al culminar estas palabras Ann, toma su lápiz, y comienza a escribir las pistas y señales impartidas, voltea la mirada unos pocos segundos y ve como casi todo el panorama ha cambiado, personas diferentes, distintas situaciones. Lo único que se mantiene es el extraño hombre que pareciese le sigue viendo fijamente.

La clase culmina y Ann sale rápidamente del salón, se dirige a la cafetería ya que debe encontrarse con Jasón, ambos acordaron de verse y conversar sobre una necesidad de éste último. Baja uno, dos, tres pisos, sale al corredor común, luego fuera de la facultad y sigue por los terrenos; un amplio espacio de gris, verde y vástagos toques de blanco y amarillo alrededor, a la distancia se observa la cafetería, sigue con paso firme en una marcha decidida, a sus lados transeúntes van y vienen, es la hora pico entre el turno matutino y vespertino. Debe crear un camino entre la unión de incomparables corrientes de personas que tratan de movilizarse en diferentes direcciones, seguir y esquivar, evitar tropezar y en un momento cualquiera el tiempo parece como si fuese más lento.

Una chica algo menudita llama su atención, una entre un grupo pintoresco de bellezas con características variadas y que demuestran la gama amplia de etnias entre mezcladas en la subcultura nacional, todas pasan por su delante. Ninguna de las otras le observa, no hay alguna de esas que demuestre signos de percatarse de su presencia sólo ella le ha visto detenidamente por pocos segundos, todas hablan acaloradamente y entre risas siguen su camino.

Ann, retoma su paso y sigue camino al cafetín, pasa la puerta de la entrada y en la leve penumbra del lugar de poca iluminación artificial mira en una mesa a Jasón, el chico es robusto, bastante relleno, de piel clara cabellera cobriza, una leve barba de más de tres días, ojos color café, y quien engulle algo mientras lee detenidamente el periódico.

Ya estando cerca de la mesa Jasón levanta la mirada y sonríe a Ann -¿Qué tal, cómo van las cosas? Sabes, la última hora de clases fue algo fuerte, demasiada información, a veces creo que en ver de medicina estudio informática, ingeniería o robótica ¡Nos tratan como máquinas! Jejeje-; Ann se sienta, inhala profundamente y contesta: -Créeme que no eres el único que ha pasado unas horas de clases extenuantes, y con esto no quiero decir que no me sienta con capacitación para afrontar la carrera, quizás sea el cambio repentino del clima, la temporada de exámenes, el exceso de deberes ¡¿Qué se yo?!

Annie, el clan de los sietes grandesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora