Todo mortal ha de respetar la voluntad de los Dioses.
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Partió tres días más tarde, con la primera luz de la mañana y no sin antes abrazar a su hermano, quien se quedaría velando por el pueblo en su ausencia y lo reemplazaría en la tarea de proveer a sus aliados los elementos necesarios para que tuviesen un retorno seguro a sus hogares.
Aquellos que esperaban convertirse en Jarls permanecerían en Orkdalen, aguardando por el retorno del rey para que les comunicara su decisión final.
Se sentía extraño cabalgar solo en medio del bosque, no recordaba la última vez que había disfrutado de un momento de paz y francamente la sensación era fantástica, demasiado renovadora después de largos periodos de guerra en los que vivía rodeado de generales, luchadores, amigos, aliados y traidores.
Mentiría si dijera que no desearía extender ese viaje tanto como le fuera posible, pero no podía permitirse abandonar a su reino por mucho tiempo.
Se detuvo solo unos instantes para dejar que su caballo descansara mientras aprovechaba a comer algo de la cesta que habían preparado las doncellas para su viaje, también procuró desenvolver su capa antes de ajustarla sobre los hombros, sintiendo el cambio de la temperatura al hallarse cerca de las nieves eternas.
Partió luego de comprobar que su corcel se hallaba satisfecho y no volvió a menguar su marcha, sabiendo que probablemente abordaría a la anciana vidente a altas horas de la noche, pero poco le importaba.
Cuando los cascos de su caballo comenzaron a enterrarse en medio de lo que parecía ser escarcha descendió para sujetarlo por las riendas, temeroso de que pudiese exigirle más de la cuenta si lo hacía correr por el terreno desconocido con la luz que comenzaba a escasear.
El frío parecía aumentar constantemente mientras la luna aparecía sobre los árboles desprovistos de hojas y el rey se vio obligado a encender una antorcha para identificar el camino que le había señalado la sacerdotisa, moviéndose entre los cedros más vastos para buscar las runas vikingas talladas en la madera.
Recorrió con sus dedos las pequeñas marcas, recordando que eran nueve como la cantidad de reinos que componían el árbol Yggdrasil*.
Una vez que descubrió la novena figura fue capaz de distinguir un peculiar aroma a quemado que nada tenía que ver con su antorcha y dedujo que probablemente la cabaña de la Völva estaba más cerca de lo que pensaba.
Suspiró con cansancio, arrastrando las riendas de su caballo mientras intentaba acomodar su capa y caminar en la nieve profunda, temiendo que el animal no pudiese soportar el frío o, peor, que él mismo no fuese capaz de hacerlo. Cuando el fulgor lejano de una hoguera acaparó sus orbes dorados fue capaz de respirar aliviado, sabiendo que había conseguido su objetivo.
La casucha no era demasiado grande o vistosa y se hallaba cerrada, uno creería que hasta deshabitada de no ser por las altas llamas que se alzaban en su frente, encerradas por una construcción de adoquines de barro.
Colocó su mano diestra sobre el asa de su espada, siempre preparándose para un eventual ataque ante el entorno desconocido.
Abrió los labios dispuesto a hacer salir a gritos a la vieja hechicera, pero no llegó a soltar más que aliento suave cuando la puerta se abrió por sí sola, dándole paso a una figura menuda cubierta por una capucha oscura que sostenía un vǫlr* alargado y decorado por la cornamenta de algún animal muerto.
― Lo estaba esperando, Rey Jungkook ― habló un joven, su voz sonaba mucho más suave de lo que esperaba, casi melodiosa, y no pudo evitar ajustar la mirada para intentar vislumbrar su rostro.
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𝐕ø𝐥𝐯𝐚- ₖₒₒₖₘᵢₙ 🔞
Fantasy― Quiero elegir sabiamente al omega que dé a luz mi legado, o las cosas podrán salir mal. Sabía que su pueblo estaba hambriento por recuperar la era dorada de devoción hacia Odín, Freya, Thor y todas las grandes deidades que poblaban su rezagada cul...