Capítulo 2

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Recuerdo muy bien cómo comenzó todo.

Estaba a una semana lejos de entrar a la universidad. Me emocionaba por esta nueva etapa en mi vida, no puedo negar que las típicas películas donde muestran a los adolescentes preocupándose más por si Chico-Popular le pedía a Típica-Chica-Invisible ir al baile mientras que ella pelea su lugar contra La-Ex-Malvada no habían interferido con mi idea de lo que me esperaba por delante. Sin embargo, creo que todavía quedaba algo de razón en mi cerebro como para no tener tales expectativas.

Ese cierto día pude haberme dedicado a ocuparme de mis propios asuntos como siempre lo hacía, pero el destino me tenía preparado algo más.

No sé si sea correcto echarle toda la culpa al destino, no obstante, tampoco puedo atribuirlo a una casualidad. Puede que nunca lo sabré. Aunque... creo que estoy bien con eso.

En todo caso, ese día no pudo haberse presentado de una forma diferente.

Yo; recostada de forma tan apacible un miércoles de verano libre por la tarde, el aire acondicionado encendido, vistiendo ropa cómoda y haciendo lo que más me gustaba hacer: nada.

Era ajena a lo que estaba por venir, una cabellera roja y una castaña oscura aparecieron de repente en mi habitación.

Creo que tuve que haber previsto que se avecinaban problemas.

—Hey hey hey —decía una sonriente Megan mientras se lanzaba hacia mi lado en la cama—, ¿qué haces encerrada mientras hay un bello día afuera? Oh, espera, se me olvidaba que estaba hablando contigo —dijo como si fuera algo obvio.

—Ya, no la molestes —dijo Karen mientras se unía, sólo que ella se sentó tranquilamente—, recuerda que tiene algo así como alergia a la humanidad y nosotras somos las únicas inmunes —expresó mientras se acomodaba sus lentes (que rara vez usaba) en el puente de la nariz.

Yo sólo me limitaba en acomodarme y escuchar las boberías que salían de sus bocas, porque sabía en qué acabaría si intervenía. Solamente diré que nos vetaron de lo que solía ser nuestra tienda de helados favorita. Pobre señor Seaberg.

—Oh, pero no te olvides de Cameron —añadió sugestivamente Megan a la conversación, elevando las cejas como sólo ella podía hacerlo. De verdad, no sé cómo lo hace, ¿lo practica?

—Claro que no me olvidaría de él —respondió Karen con el mismo tono. Juntó sus palmas y elevó la cabeza—. Su mejor amigo desde kínder, siempre juntos, apoyándose mutuamente, oh, y esas miradas —se llevó una mano a la frente como gesto dramático—. Es demasiado para mi corazón.

Levanté la mirada al techo preguntándome qué males había hecho en mi anterior vida para merecer esto.

—Te entiendo completamente —tomó las manos de Karen—, pero hay que ser fuertes, porque como en casi toda historia de amor, los protagonistas tendrán que esperar para confesarse su profundo y eterno amor.

—Si –exclamó levantándose sobre la cama y Megan se le unió (gracias por haber tenido consideración y no pisarme). Sólo me faltaban las palomitas—, ¡por el Cameth yo seré fuerte!

—¡Por el Cameth! —exclamaron ambas.

Aplaudí y me limpié una lágrima falsa.

—Conmovedor —me tapé la boca con la mano como si estuviera aguantando las ganas de llorar, pero en realidad era para evitar reírme fuerte—, espléndido —seguí aplaudiendo mientras mis especiales amigas hacían reverencias y se bajaban de encima.

—Gracias gracias —Megan se acomodó un rebelde mechón rojo detrás de la oreja con una amplia sonrisa—. Pero en serio, ya quiero que se confiesen mutuamente y dejar que mi shipper corazón descanse en paz.

—Creo que eso sucederá cuando los cerdos vuelen —dije irónicamente.

Volteó su mirada a Karen.

—Hay que conseguir un cerdo y lanzarlo desde la noria ¿te apuntas?

—¿Para demostrar que mi ship es canon? Cuando quieras.

Básicamente en esto se resumía mi amistad con Karen y Megan, unos momentos de locura desenfrenada para luego cambiar de tema a algo más moderado (pero nunca lo suficiente). Ellas han sido mis mejores amigas desde kínder, además del famoso Cameron. Sin embargo, él no se acerca en lo más mínimo a ser mi pareja, es mi mejor amigo, sería como que me shippearan con mi hermano... ew.

—En fin, estoy segura de que vinimos por algo más que por —Megan aclaró su garganta— una relación bastante lenta y obvia... ¡Ah! Ya recordé —se echó encima de mí y comenzó a golpearme con una almohada—. ¿Por qué no te estás preparando para la fiesta? —alegaba entre golpe y golpe.

—¡Ah! ¡Quítate de encima, no respiro! —daba manotazos en un vano intento de sacarla de encima, algo tan sencillo como llegar al sol sin ser quemado vivo.

Por un momento se detuvo.

—Podría hacerlo, con la condición de que levantes ese lindo trasero de la cama y empieces a cambiarte —un último golpe para dejar su indicación lo más clara posible.

Por milagro logré arrebatarle la almohada de las manos.

—Primero, no es bueno usar la violencia —le di un ligero golpe en la cabeza con mi anterior instrumento de tortura—. Segundo, ¿quién dijo que iba a ir?

Ambas me miraban con una o perfecta de indignación en la boca.

Ahora fue Karen la que me quitó la almohada y me golpeó con ella ¿Acaso era su saco de boxeo personal o algo así?

—¿Cómo que no irás? —espetó como una chiquilla a la que le dijeron que no irían a comprar helado—. Recuerdo que habíamos acordado ir juntas —otros dos golpes más—. Vamos, Liz, será la última fiesta antes de entrar a la universidad, va a estar todo el mundo y... quién sabe, quizá suceda algo interesante —se encogió de hombros al mismo que se acomodó los lentes para luego dedicarme una mirada de cachorrito a la cual no acostumbraba a decirle que no.

¿Qué puedo decir? Soy débil en cuanto hay cosas tiernas de por medio.

Me seguí haciendo la dura mientras me cruzaba de brazos y apartaba la mirada.

—No lo sé...

De pronto tenía a mis locas amigas encima, zarandeándome mientras repetían "Anda anda anda". Definitivamente había hecho algo mal en mi vida pasada.

—Ugh, ¡está bien! —ojalá hubiera tenido una bandera blanca a la mano para demostrarles de la forma más obvia posible que podían dejar de hacerme picadillo—. ¡Iré, iré, sólo dejen de pegarme, por Dios!

Sólo sentí como sus manos se alejaban de mí para después escucharlas exclamar triunfantes. Menudas tramposas.

—Muy bien, tenemos que estar allá a más tardar a las 5. Debemos apresurarnos para elegir tu ropa y luego maquillarte —exclamó Megan con una sonrisa de oreja a oreja.

—¿Y por qué sólo yo debo recibir ayuda? —fruncí el ceño y crucé mis brazos.

Ambas se dedicaron una mirada cómplice.

—No es que tengas mal gusto, Liz, pero... —empezó Karen.

—Tardas eternidades en elegir un conjunto —remató Megan.

Ahora me tocó a mi formar una o con la boca.

—No es verdad —expresé como un niño haciendo berrinche.

—Apuesto a que te tardaste más de una hora a elegir lo que traes puesto y eso que ni siquiera planeabas en salir —me vio mientras elevaba una ceja.

No tenía con qué refutar así que me mantuve callada.

—Eso pensé —sonrió y las dos se dirigieron a mi closet al mismo tiempo que me erguía de mi pequeño nido de pereza.

Si tan sólo hubiera sido un poco más testaruda en ese momento. Si tan sólo hubiera sugerido algo para tan sólo quedarnos en casa y no tener que ir a esa fiesta... ¿Las cosas hubieran sido diferentes?

Pero eso ya no importa ahora, ocurrió lo que tenía que ocurrir y tenía que vivir con ello de ahora en adelante.

Testigo y CulpableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora