Capítulo 4

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Sentía mi pecho apretarse y mis manos temblar a la vez que me aferraba, enterrando las uñas, en la corteza del árbol en el que me volvía ajena a la escena que presenciaba a solo pocos metros de distancia.

Me había quedado petrificada y parecía que el tiempo no transcurría tampoco, mi respiración se estaba haciendo más acelerada, podía sentir los desenfrenados latidos de mi corazón en mis oídos, mi boca secarse, y mis piernas temblar, pero tanto que temía no poder sostenerme de pie mucho más tiempo.

La vista se me nublaba a causa de las lágrimas acumulándose en mis ojos mientras, como podía, observaba cómo el asesino se estaba acercando al cuerpo inerte del chico el cual había conocido hace tan sólo unas horas, sino es que menos; sólo podía preguntarme sus intenciones.

Tenía que pensar rápido, de otra forma me uniría al charco de sangre que me estaba provocando náuseas. Pero ahora no tengo tiempo para vomitar, tengo que irme de aquí.

Riiiiing-Riiiiiing Riiiiing-Riiiiiing

"MIERDAMIERDAMIERDAMIERDA Y MÁS PUTA MIERDA", pensé, presa del pánico.

Sostuve el teléfono entre mis manos y, sin fijarme en quién era, colgué.

"Nononononono. Esto no puede estar pasando", repetía constantemente en mi cabeza, incapaz de levantar el rostro. Inmóvil, aterrada, a punto de estallar en llanto. No sabía qué hacer, mi cerebro trabajaba al mil por hora, sin lograr formar una idea en concreto, y sabía perfectamente que no tenía mucho tiempo antes de que este se agotara.

Alcé la cabeza lentamente, tan lento que podía sentir los segundos rozar mi piel, erizándola.

La figura del criminal se mostraba inerte, girado en mi dirección, no obstante, aún en la distancia podía percibir el aura amenazante que emanaba aquella persona. No quería mover ni un músculo, si tenía oportunidad de salir de ahí, no desperdiciaría ninguna oportunidad.

No había manera de que supiera qué era lo que cruzaba por la cabeza de aquella persona, y con mayor razón, tenía que huir de ahí. Mi estómago se encogía al pensar en lo peor. No quería que nada de eso se hiciera real, y con eso en mente, respiré hondo. Sabía que estaba por hacer una locura.

Encendí el celular, poniendo el brillo y sonido al mínimo, mantuve listo el número al 911 y, con una respiración entrecortada además de temblorosa, me eché a correr. Sinceramente no tengo idea de qué era lo que me impulsaba hacia adelante, las piernas me ardían horrores, pero no por el esfuerzo físico, sino a causa del miedo que me retenía y me abrazaba como púas, enterrándome confusión e incertidumbre, esparciéndose como un veneno, que sabía dentro de poco me paralizaría por completo.

De repente, el suelo a mi lado hizo un estallido que causó que soltara un grito. Perdí el equilibrio y con ello choqué con una barda que me separaba de una caída desde la orilla de la colina hasta la autopista. Voltee rápidamente hacia mi perseguidor, viendo que se encontraba cada vez más cerca. No lo pensé dos veces. Salté sobre dicha barda y me deslicé colina abajo, choqué con varias ramas y rocas en el camino, y uno que otro traspié provocó mi caída de bruces sobre el duro asfalto, sin embargo, eso era lo último de mis problemas en ese momento.

Aún con el celular en mano, aferrándome a este con mi vida, y sin detenerme a examinar mi estado, me levanté apresuradamente y crucé al otro lado de la autopista, confiando que estaría lo suficientemente lejos como para que la bala me alcanzase. Seguí recto hacia donde sabía que se encontraba el Annenberg. Mi respiración era frenética, al igual que los latidos de mi corazón. La cabeza me daba vueltas, supuse que a causa de la caída, mas no me permití descansar, no cuando estaba tan cerca de salir de ahí y vivir para contarlo.

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⏰ Última actualización: Feb 18, 2019 ⏰

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