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Empezó a despertar. Escuchó voces lejanas mezcladas con pasos acelerados.

Por un momento, no supo lo que había pasado. Lo último que recordaba era que estaba corriendo con Ezra, que se encontraron con Edrick... y que todo lo que había vivido con Era había sido mentira.

Como si le hubiese dado una bofetada, por fin abrió los ojos por completo y se incorporó. Sintió que la cabeza le iba a explotar en cualquier momento; era como si trozos de hielo le hubiesen atravesado hasta llegar al cerebro tras todo lo que había pasado. Hizo una mueca de dolor al levantarse y le entró, sin saber por qué, una oleada de náuseas mientras la habitación le empezaba a dar vueltas; se había levantado demasiado rápido.

Cuando la habitación dejó de dar vueltas, miró a su alrededor. Estaba sola. Se encontraba en un pequeño cuarto de paredes de madera y sin ninguna decoración, ni siquiera había ventanas. Parecía un lugar como en el que vio a Ezra cuando le llevaron a verle, sólo que no tan sucio y estropeado.

Volvió a recordar a Ezra. En todo lo que había pasado. De todo lo que se había enterado. Y sintió que su corazón rompía un poco más al recordar todo aquello, junto a una rabia que crecía en su interior como el fuego abrasando todo lo que se encontraba a su paso.

Todo lo que había pasado con Ezra era mentira. Había confiado en él ciegamente sin pararse a pensar que podría estar engañándola, y ahora se encontraba encerrada en ese lugar.

Se levantó casi de un salto y caminó en círculos por aquel cuartucho, pasándose las manos por la cabeza, tirando levemente de su pelo por haber sido tan estúpida por haber confiado en él. Por haber sido tan ilusa.

Fue en ese instante se dio cuenta de algo. Y es que apenas le dolía el tobillo. Seguía cojeando, pero el dolor que había sentido hasta hacía un rato apenas existía.

Con el ceño fruncido, se subió el pantalón para dejar a la vista su tobillo y vio que seguía teniendo el mismo aspecto. Entonces, ¿por qué apenas le dolía? Al igual que su mano que aún tenía vendada. Seguía sin poder mover el dedo correctamente, pero apenas notaba una leve molestia en comparación con el dolor de antes.

Pero, ¿qué...?

Escuchó el sonido de unas llaves al otro lado de la puerta y miró al instante en esa dirección. La puerta se abrió para dar paso a un chico que no había visto antes, pero de aspecto similar a muchos de los que había en ese lugar. E iba armado con un arma grande que sujetaba con las dos manos.

–No hagas ninguna tontería –fue lo único que le dijo.

Se acercó a ella y la agarró con fuerza de las dos manos, colocándolas detrás de su espalda mientras la obligaba a caminar.

–¿Dónde me llevas?

–Cállate.

Hayley apretó los labios con fuerza e intentó soltarse, pero él apretó con más fuerza sus dos manos y decidió no seguir forzando nada. Le haría más daño. Además de que no tenía nada con lo que defenderse; se lo habían quitado todo. Así que siguió caminando mientras él la empujaba y la dirigía fuera de ese cuarto. Había estado encerrada en una de las cabañas que había en ese lugar.

Al contrario que hacía unas horas, ya no había tanta gente. Ni siquiera estaban aquellas tiendas de campaña con las armas, o las cajas, o las armas en aquella carpa. Al menos, no como antes. Parecía que habían recogido todo.

No le dio tiempo a fijarse en muchos más detalles cuando aquel chico la llevó hasta la cabaña donde había estado antes con Edrick. Dentro, la empujó hasta aquella habitación que simulaba un despacho. Literalmente. La empujó con tanta fuerza al llegar allí que estuvo a punto de caerse, pero pudo mantenerse de pie. Se giró para lanzarse una mala mirada a aquel chico, pero cerró la puerta al instante y ella se giró de nuevo, frotándose las muñecas.

Un día para vivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora