23. Lo sabía, es el final

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Reik

Ochenta capítulos, me prometieron ochenta capítulos, pero no, lo arruinó todo la inspiración, inventándose lo que quiere. ¡Soy el protagonista de esta historia y puede que al principio de la novela no estuviera de acuerdo, por no hablar de que casi no tengo desarrollo, pero me prometieron ochenta capítulos, está en el contrato! Lamentablemente, mi vida se trata de contratos, sin embargo, ninguno me favorece a mí.

Puede que una obra no necesite capítulos largos, ni cortos, ni pocos o muchos. Esos son solo formatos que pueden ser parejos o no. El arte no necesita de esas reglas o números, el arte nada más se crea. Y aquí estoy, encerrado en la galería de arte de la academia Rose. Sin contar que me quitaron el teléfono. Malditas locas. Me fui de tema ¡Por favor, escritora, perdona nuestros pecados y al menos danos un buen final!

¿Qué estoy haciendo? Esto depende de mí, o de Alana si llega a rescatarme, ¿pero realmente tengo que esperar que alguien me salve? ¡Soy el dueño de mi destino! Debo enfrentar a esas locas y demostrar mi verdadero ser. ¿Tendré problemas con mi madre? Seguro, no obstante es mi elección, estoy harto de que todos manejen mi vida.

Pudo haber sido una historia diferente, pero es la que hay y es divertida, eso es lo que cuenta, ¡así que aquí voy! Empiezo a correr y me choco con la puerta ¡Ah, mi nariz! Maldita estrategia de comedia absurda, obvio que me iba a lastimar.

—¡Sálvame, Alana, no importa que seas estúpida, sácame de aquí de la manera más tonta que pueda existir si es necesario! —grito.

—Hola. —Oigo detrás.

—¡Ah! —chillo al asustarme y cuando me giro veo a la mencionada—. ¡¿Me quieres matar?! —Alzo la voz, furioso.

Alana retrocede con nerviosismo.

—No que yo sepa —contesta a mi pregunta.

—¡Era una expresión!

—¡¿A quién le importa?! —Agita las manos—. ¡Vine a rescatarte como pediste!

—Yo no pedí eso —expreso orgulloso.

—Lo gritaste a los cuatro vientos, sin contar que esos mensajes eran para que viniera, obvio.

—Como sea. —Ruedo los ojos—. ¿Cómo entraste?

—Por el conducto de ventilación, dah.

Me sorprendo.

—¡¿Cómo el principio de la novela?!

—Sí. —Asiente de forma leve.

—Lo sabía, es el final.

—¿Y qué hacemos? —expresa preocupada.

—¿Besarnos? —Alzo una ceja.

—Ni muerta.

—¡Ni un solo beso me diste y soy el protagonista! —me quejo.

—¡No me importa, no estoy enamorada de ti! —grita mientras sus mejillas se ruborizan.

—¡¿Entonces por qué te sonrojas?!

—No sé, ¿fiebre? —dice sin importancia, luego saca un termómetro y se da cuenta—. ¡Ah, mierda, sí tengo fiebre! —Se desmaya.

—¡Alana! —exclamo preocupado, la levanto entre mis brazos y llamo a la puerta—. ¡¡Pidan una ambulancia, rápido!!

Se escucha el sonido de la ambulancia y esta rompe la pared. Entramos al vehículo que atravesó el concreto, así terminamos yendo al hospital.

 Entramos al vehículo que atravesó el concreto, así terminamos yendo al hospital

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