2.- Un regalo un poco... atrasado.

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Me hubiera gustado encerrarme en mi pieza, abrazarme las rodillas, balancearme y repetir una y otra vez que eso no fue real.

Pero, por desgracia, tenía que hacer el mapa de geografia.

Y por primera vez, no tuve ganas de hacerlo.

Me lavé fuertemente la cara para despertarme, luego tomé un atlas, los útiles necesarios y empecé a dibujar.

Terminé media hora después de haberlo comenzado, lo cual era un record.

Me eché en la cama y tomé aire, para luego liberarlo en un suspiro.

Yo amaba mi pieza.

Veras, tengo THDA (transtorno hiperactivo por déficit de atención) por lo cual en mi habitación no podía ( o quería) tener muchas cosas. Lo único que tenía era una cama con sábanas blancas, un closet también blanco en el rincón, un escritorio de madera y una cómoda a los pies de la cama.

¿Los libros? En su habitación personal el doble de espacioso.

No tenía tareas, eso significaba descanso y libertad (algo que odiaba) pero esa tarde lo necesitaba.

En primer lugar, era necesario que organizara todo lo sucedido en el día.

1.- Había aparecido un chico peligroso (y bonito, pero eso no viene al tema)

2.- Había vuelto a aparecer un monstruo.

3.- No tenía ganas de hacer cosas, estaba horrorizada.

Todo eso no podía ser coincidencia, algo estaba cambiando.

Como tenia hambre, calenté las sobras de ayer y leí un poco de ficción.

Ya como a las ocho, escuché a mi padre entrando ruidosamente a la casa después de otro día de trabajo.

—¿Darielis?—llamó.

—Siiiiiiiiiii—respondí.

—Baja.

Cerré el libro y definí el ambiente.

Nada. Ni peligro, ni diversión, simplemente: nada.

Salí di la habitación.

—¿Mmmm...?

Mi papá hurgó en su bolsa, sacó montones de papeles y bolígrafos. Luego una pequeña caja de color gris con una cinta dorada.

Antes de pasármela, estiró el brazo y cerró un ojo. Observó la caja, luego a mi y nuevamente la caja.

—Se nota que es tu madre—murmuró.

¿Qué?¿Mamá? pensé, alarmada.

Cuento corto: Yo NUNCA había visto a mi madre.

—Ten.

Me tiró la caja al vuelo y (por cierto, soy torpe) se me cayó.

—¿Quién la envía?—quise saber.

—Tu madre. Te manda saludos.

Me emocione—. ¿La viste?¿Va a venir a verme?

—Está muy ocupada en su trabajo—me escrutó con la mirada—. Anda, ábrelo.

Tiré de una tira del lazo dorado (Casi idéntico al color de mi pelo) y le saqué la tapa a la caja.

Dentro, una cadena delgada de plata con dos colgantes atados en extremos opuestos: Un buho y algo extraño... escrito en griego antiguo.

—Voy a mi pieza—murmuré.

Entré y lo primero que hice fue hurgar en el closet, luego saqué mi libro sobre mitologia.

Y allí estaba, la misma palabra del colgante:

De los Atenienses.

Una vida anormal |Nico di Angelo| Pausada ;(Donde viven las historias. Descúbrelo ahora