Prólogo

17 1 0
                                    

Un escalofrío recorrió mi cuerpo y erizó cada vello de mi cuerpo. Sentí el aire más denso, se me nubló la vista y caí desmayada.
De ese momento sólo recuerdo vagas imágenes que pasaron por mi mente, como una sucesión de diapositivas que mostraban una época que solo había visto en películas.

Me levanté algo agitada y con lágrimas en los ojos. La gente a mi alrededor observaba con temor y curiosidad, pero mi padre se encargó de apartar a los curiosos que coreaban, "llamad a un médico", en diferentes idiomas.

Cuando salimos del museo, mi familia decretó, por más que yo dijera que estaba bien, que debía ir al hospital a que me revisasen.
—No se preocupe, ha debido ser una bajada de tensión por el calor. Que se hidrate bien y descanse el día de hoy.
Miré a mi madre con súplica. Esa noche me iba con mi hermano a una feria que quedaba algo lejos del hotel. Habíamos reservado el coche, comprado las entradas y yo quería ir como fuese. Iba a ser lo más divertido de las vacaciones.
—Ya has oído al médico. Hoy te toca descansar.
Resoplé con desgana y entré en el coche que mi padre había alquilado en aquella playa.
—Mamá, yo no dejaría que nada le pasase a mi hermanita. —Le miré con sorpresa. ¿Me estaba ayudando?— Creo que haces lo correcto, que se quede en casa.
Poco más y lo fulmino con la mirada.

Nuestra relación era complicada. Un amor-odio que nos tenía a los gritos y los abrazos constantes.
Para cuando el enano nació yo ya había cumplido cuatro y no esperaba un hermanito en lo absoluto. Huelga decir que mis padres tampoco.
Fue la alegría de la casa, mi juguete, mi muñeco.
Pero tuvo que crecer y convertirse en un dolor de ovarios.

—Erick, hijo, no te confundas, si tú hermana no va, tú tampoco. —Me atraganté al aguantar la risa—. Tienes 14 años, no voy a dejar que salgas de noche solo por ahí. Además, si ella no conduce a ver cómo vas hasta la feria.
—Papá me puede llevar. Eso no es justo, mamá.
—A mí no me metas. —Dejó caer mi viejo.
No pude contener la risa. Por primera vez el príncipe iba a tener su merecido.
Se cruzó de brazos y me miró como si con sus ojos verdes pudiese aniquilarme.

Recuerdos en guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora