San Fransokyo

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Miguel Rivera, un chico mundialmente conocido por su música, había dado varios conciertos el año pasado en diferentes países, pero tomó la decisión de concentrarse en sus estudios para poder seguir más profesionalmente su carrera como músico, aún dando conciertos dentro de su país.

Siendo conocido como "El viajero" entre la población de leyendas en México. Dos vidas que tenía que mantener estables, y esta vez tenía que usar una de tapadera para cumplir con la otra,

—¿Cómo que te vas, chamaco? —llegó entrando su mamá Elena a su habitación.

—Será solo un semestre, son seis meses, vendré en vacaciones y a parte mis padres ya me dijeron que si —respondió mientras acomodaba unas cosas en su mochila, iría a despedir a Adara al aeropuerto junto con los demás.

—Es mucho tiempo, mijo ¿Porque no sigues estudiando aquí? —preguntó un poco molesta su abuela.

—Es una gran oportunidad, estaría estudiando en una universidad, conoceré personas importantes y aprenderé sobre música —le explico otra vez como lo había hecho en la mañana—. Ya me tengo que ir, volveré antes de la comida.

Se fue de su casa antes de terminar peleando con su abuela, aunque lo apoyara con ser músico siempre se molestaba cuando tenía que irse por un tiempo debido a eso.

*

Al llegar al aeropuerto sus amigos ya estaban ahí, Adara no tenía problemas con salir del país, su mamá también era una leyenda y apoyaba a su hija en su decisión de ayudar a la comunidad de leyendas.

Ya casi era hora de abordar el avión para que ella llegara a San Fransokyo, él ya tenía su boleto para irse la siguiente semana.

—¿Ya tienes todas tus cosas? —preguntó la mamá de Adara, Esmeralda, una hechicera al igual que ella.

—Si mamá, me estaré quedando en un hotel con mis ahorros hasta que consiga trabajo y pueda rentar un departamento —respondió tranquila.

—Bien, recuerda que por cualquier cosa me puedes llamar —recordó antes de abrazarla.

Una vez se separaron sus amigos se acercaron a ella para despedirla.

—¿Y Moribunda? —preguntó Leo.

—Aquí —respondió abriendo su bolsa de mano, dónde estaba la calaverita de azúcar cómodamente acostada saludándolo con la mano y su usual sonido de sonaja.

—Bien, no empieces la investigación hasta que Miguel esté allá —le pidió Leo mientras la abrazaba—. Pero si escuchas algo sobre el tráfico de drogas infórmanoslo y si sucede algo llámanos a Miguel o a mi y llegaremos enseguida —termino separándose de ella.

—Cuidate mucho —dijo Kubo, quien fue el siguiente en abrazarla.

—Te voy a extrañar, no sé cómo controlaré a estás bestias sin tí —exageró Kika al lanzarse a ella.

—Te las arreglarás, te conozco —le respondió, solo faltaba Miguel, ya se había despedido de Marcel, Alma, Liam y Finado en la hacienda.

—Nos vemos en una semana, o menos si me aburro y me dan ganas de irte a chingar —dijo Miguel cuando la abrazo.

—Si te creo, te mandaré la dirección y fotos de la habitación —respondió Adara entre risas.

DOS EQUIPOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora