Capítulo 2.2

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Eugene, que regresó al monasterio después de terminar el proyecto de asistencia pública de dos días, apretó los dientes y se alejó de la cama. Ha Jin. Estaba desesperado por ver a Ha Jin.

Después de escuchar los regaños del director durante dos horas, Eugene, a diferencia del resto de sacerdotes que estaban ocupados cumpliendo sus deberes con la Orden, pudo salir del monasterio ya que se le concedió el derecho.

Conteniendo su hambre, se quedó mirando la pequeña placa de madera en su mano. Solo con este pequeño objeto se podía salir de la prisión de piedra: el monasterio.

¿A qué se referían cuando decían que no eran prisioneros? Ja, sonriendo con solo las comisuras de su boca levantadas, fue a la cocina a recibir la canasta que se le prometió cuando saliera.

Era una canasta llena de bocadillos e ingredientes simples. Sosteniendo la canasta llena de comida, Eugene entregó un saludo que nadie recibió. 

Nadie estaba preocupado por él, que parecía más enfermo que de costumbre. Eugene salió tranquilamente de la puerta del monasterio. Era el comienzo de una breve libertad.

Después de tomar un carruaje frente al monasterio, llegó a las afueras y caminó por el camino de siempre. Era capaz de ir la casa donde se encontraba Ha-jin incluso con los ojos cerrados.

Un camino de tierra sin pavimentar. Hajin se encontraba en la casa más destartalada entre el resto de viviendas construidas alrededor. El delicioso olor en la canasta de Eugene provocaba que los niños lo siguieran por la calle mientras él suplicaba clemencia.

"Lo siento, pero esta comida pertenece a alguien. También contiene medicina, así que no es apta para que la coma una persona promedio".

"Mentiras. Jeje, siempre se lo llevas a ese cuerpo muerto en aquella casa"

Los niños que se burlaron, rápidamente pusieron sus manos sucias en la canasta, agarraron un puñado de comida y desaparecieron.

Eugene, que miraba desesperado la espalda de los niños, caminó por la calle sujetando la cesta con más fuerza. Era muy claro que en esta tierra había habitado la pobreza por un largo tiempo.

Los niños, que sospechaban de la veracidad de las palabras de Eugene, se escondieron aquí y allá para tener oportunidades de robarle los suministros.
Sin embargo, Eugene conocía el callejón tan bien como la palma de su mano.

Evadiendo los ojos de los niños, se apresuró a entrar en la casa. Tan pronto como abrió la puerta, le llegó un olor amargo.

La casa estaba limpia, pero era imposible eliminar el olor a persona enferma. Eugene asintió mirando a su alrededor. La cama donde siempre estuvo Ha-jin estaba vacía.

Después de cerrar la puerta para evitar que alguien entrara, salió al patio trasero donde se escuchaba un fuerte sonido de un edredón siendo sacudido.

Un patio trasero iluminado por el sol. Un césped ligeramente seco como si se acercara el invierno. Un hombre bajito y gordito que sacudía las cobijas. Y junto a él, su flaco hermano menor, que no había podido hacer uso de sus músculos durante mucho tiempo.
Aún así, el hermoso Ha-jin estaba acostado en la cama tomando el sol.

Una mirada pacífica como una mentira. El rostro de Eugene se distorsionó en una sonrisa ante la apariencia de que su hermano menor estaba bien atendido. 

Fue doloroso ver que Ha Jin estaba tan tranquilo. Se estaba volviendo loco por la envidia que tenía de Marie, quien se encargaba de su cuidado.

Incluso si tuviera que complicarse la vida, le hubiera encantado ser él quien sacuda el polvo junto a Ha-jin. A él no le importaba que Ha-jin fuera prácticamente un vegetal.

Not InnocentDonde viven las historias. Descúbrelo ahora