Capítulo cinco: Afuera

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Duxo se acomoda sobre el pecho de Aquino, de muevo, por milésima vez probablemente. Solo espera dormir antes de salir de aquí, al menos así tendrá un poco de energía para el día, aunque sabe que volverá a su departamento a dormir.

Que la universidad se vaya a la mierda

Fueron las palabras de Diego al explicarle por qué no puede perderse un minuto de clase, pero ya perdió horas.

Diego le ha dejado dormir sobre su cuerpo por los siguientes minutos y de verdad agradece eso, lo que no agradece son las miradas confusas y que traspasan su cuerpo, de los extraños a bordo. Y aunque se repite a si mismo que ellos no importa y no saben nada del como para juzgarlo, algo en él sigue gritando que se aleje de Aquino lo más que pueda.

Pero su cuerpo no parece reaccionar a sus acciones, más bien hace lo contrario.

Se acerca al cuerpo del castaño, se deja caer sobre este y no puede soportar el silencio que delata los latidos de su corazón bombardeando sangre a mil por hora. Simplemente se siente morir. No aguanta lo fuerte que se siente el olor del chico a su lado, es demasiado dulce y agradable para él. Demasiado. El silencio los invade y aunque Diego tiene auriculares, sabe que puede escuchar o al menos sentir sus latidos. Así de cerca están.

Su mente no reacciona, su cuerpo igual y se siente desorientado, irreal, irritado, todo al mismo tiempo.

Y aunque solo se mantiene serio y tranquilo, su cuerpo arde cada vez que respira y es todo un círculo vicioso, pues si se acerca al castaño todas aquellas sensaciones se hacen presentes, pero si se aleja, su piel arde y las extremidades le duelen.

Y lo peor, no es verdad. Nada de lo que siente o cree sentir lo es, todo es solo la imaginación suya (a excepción del olor y los latidos de su corazón) y se siente estúpido.

No hay nada que pueda distraerlo o salvarlo de aquella pequeña agonía. Eso cree.

El fuerte ruido proveniente de las puertas del vagón le provoca un espasmo, al igual que a Diego. Toda la gente se levanta y algunas chicas sacan navajas y gas pimienta, no se toma el tiempo de pensar en por qué traen eso, sólo se concentra en saber si es algún peligro más o la ayuda.

Es la ayuda. Lo sabe cuándo comienzan a gritar desde el otro lado y la luz apenas pasa las rocas delante de la puerta. Por un momento Duxo olvido que estaban a completas oscuras y la única luz era la de sus teléfonos o linternas de algunas personas.

La gente a su lado comienza a gritar y después de algunos segundos, se detienen.

-¡Aléjense de la puerta!-escucha al otro lado, casi como un susurro pues todo a su alrededor bloquea el paso.

Todos obedecen, recargándose en los asientos y agachándose en sus lugares, pero siente el cuerpo de Diego pegarse al suyo y por primera vez Duxo no fue quien en un principio buscó el contacto. Algo en él fluye por todo su cuerpo, pero se centra más en que podrá salir de ahí por fin.

Si es logran entrar; llevan veinte minutos golpeando la puerta y han decidido apenas sacar las rocas del camino y una vez que se han ido, pueden ver la luz pasar directamente por las puertas de cristal.

Vuelve a gritar que se alejen de la puerta y escucha el susurro del cristal roto detrás de él cuando trata de apartarse, de milagro no se cortó.

-¿Te encuentras bien?-Diego logra apartarlo de los vidrios y el pelinegro asiente, aún un poco aturdido por todo el movimiento que se está haciendo en tan sólo diez minutos, o al menos es lo que le pregunta a un rescatista cuando logran sacarlo, a él y a la demás gente.

Se mantiene al lado de Diego mientras revisan el estado de los dos. Para la sorpresa de nadie, el médico solo les dice que deben descansar y qué él en especial deberá quedarse en casa una semana. Decide obedecer al ver el papel blanco que el chico le entregaba y le agradece, pero el chico sólo logra decir que tuvieron suerte antes de irse ante la voz de una de sus compañeras.

-Mierda.-es lo único que ha dicho en probablemente cuarenta minutos. Escucha la suave risa de Diego a su espalda y se deja caer sobre su pierna derecha, al mismo tiempo que se masajea la sien.

-¿Mucho para una mañana?-le pregunta voz detrás de él.

-"Mucho" le queda poco.-dice y exhala el aire que lleva guardando todo ese tiempo.

-¿Quieres que te acompañe a la salida?

-Definitivamente.-se digna a mirarle y sonríen al mismo tiempo.

Hasta ahora se ha dado cuenta que ya no lleva su cubre bocas con el cuál lo vio por primera vez.

-Me dio calor. Y no había mucha gente.-siente su mirada y lo sabe, es por eso que lo menciona.

-¿Quieres salir ya o...?-sabe por su mirada que no quiere tocar más el tema y lo entiende. Diego sonríe, negando con la cabeza suavemente y se gira sobre sus talones y Duxo lo sigue, caminando tranquilamente por la estación hacía la salida, guardando la receta que el rescatista le dio.

Nosabe si necesitan más información o no, pero a este punto solo quiere llegar acasa y dormir. Y tener su número.

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Merch || DuxinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora