Mi linda familia

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Ciro estaciona su camioneta en el patio trasero de su casa y logra ver una pequeña cara asomándose por las cortinas, cuando él mira fijamente hacia el lugar, esta cara desaparece rápidamente. Baja de la camioneta y se dirige a la puerta de su casa, saca las llaves que ya llevaba tanto tiempo sin usar y abre la puerta.

— ¡Bienvenido papá! — lo recibió su pequeño hijo, quien se acercó corriendo para saltar a los brazos de su papá, abrazándolo.

— Mírate, mi niño pequeño, cuanto te extrañe.

— Ya no soy un niño pequeño, este año cumplo siete. — respondió su hijo con el ceño fruncido. Ciro miró hacia arriba y vio a su esposa, con los brazos cruzados, quien soltó una risita al escuchar a su hijo.

— Oh, ya veo — Ciro se dirigió nuevamente a su hijo con una sonrisa. — Ya eres todo un niño grande, casi un hombre.

El niño soltó una risa y agarró la mano de Ciro, llevándolo a la cocina, donde ya se había dirigido su esposa y servía los platos de la cocina. Él se queda mirando la cocina, recordando los buenos tiempos que había pasado ahí y de los tres meses que no había estado con su familia, sin lugar a dudas amaba a su familia y era lo que más extrañaba cuando iba a sus misiones, por eso estaba un poco molesto con la empresa. Pero de eso podía hablar más adelante, ahora lo importante era convivir con su familia.

— Guau, ¿tú hiciste esto? Es mi comida favorita— le preguntó a su esposa, asombrado.

— Claro que sí, solo son albóndigas y puré de papa, era lo menos que podía hacer después de tres meses sin verte — le dijo sonriendo. — Además, un día de cocinar no hará nada mal, es más, ya podré cocinar albóndigas cada vez que me lo pidas, aunque no exageres, las mujeres no estamos nada más para hacerles de cocinar a ustedes, eh.

Ambos rieron. A Ciro siempre le gusto que su esposa no se limitará en cuanto a roles que imponía la sociedad, siempre era ella misma y siempre ha sido hermosa por dentro y por fuera.

Cuando terminaron de reír se dispusieron a comer, era una comida deliciosa, simplemente deliciosa, principalmente simple, ya que consistía de una docena de albóndigas pequeñas y jugosas acompañadas de una ensalada y puré de papa con un poco de mermelada de arándano.

— Oh, casi me olvido — dijo Freya con una albóndiga en la boca mientras se paraba de la mesa y se dirigía a otra habitación. Tiempo después regresó con dos copas, un vino rosado espumoso, de los dulces, y un pequeño refresco para Adrián.

Se sentó de nuevo en la mesa, le dio el refresco de manzana a su hijo y sirvió las dos copas de vino.

La familia estaba muy contenta, estaban disfrutando el momento, la cena que no pudieron tener por mucho tiempo. Ellos le platicaron a Ciro todas las aventuras que habían vivido, las ceremonias escolares, las fiestas con los amigos y las pequeñas cosas también, aunque estas eran las más importantes, como cuando ambos fueron al parque y pasaron un día maravilloso o aquel día que la lluvia los agarró en el estacionamiento y tuvieron que correr hasta llegar al carro. Ciro estaba muy contento de poder escuchar lo que había vivido su familia, y al mismo tiempo un poco triste porque tendría que dejarlos otra vez, pero en esta ocasión su estadía con ellos sería más corta. Freya logró ver como se sentía Ciro por dentro, así que después de comer y que Adrián se hubiera ido a jugar a otro lado, tuvo la valentía de preguntar.

— ¿Tienes otra misión, verdad?

Ciro se quedó mirándola un momento y después asintió.

— Afortunada y lamentablemente, tendré que partir en una semana, apenas amanezca.

— Entiendo, no te preocupes. Te estaremos esperando sin importar que pase, mientras regreses todo estará bien. ¿OK?

Ciro asintió y se acercó a ella, la abrazó fuertemente y ella le regresó el abrazo.

...

Ya era demasiado tarde, pero Adrián seguía saltando por toda la casa, así que Ciro decidió llevarlo a la cama y arroparlo, mientras su esposa lo seguía desde atrás. 

— ¿Por qué tienes que regresar el espacio, papi?

— Bueno, hijo. Pues, es mi trabajo, gracias a eso tenemos una casa, no les hace falta nada y tienes todos tus juguetes.

— ¿Pero a fuerzas tienes que pasar tanto tiempo fuera?

— Siempre intentamos tardar lo menos posible, pero en esta ocasión te prometo que tardaré menos.

— ¿En serio lo prometes?

Ciro miró a su esposa y respondió a ambos.

— No prometo nada, pero lo intentaré.  Aparte, algo que si puedo prometer es que esta será la mejor semana de tu vida, ¿vale? Iremos a jugar al parque, jugaremos lo que tú quieras, iremos al cine, podrás invitar a tus amigos a jugar aquí, tendremos noche de películas, pediremos pizza. Solo por esta ocasión haremos casi todo lo que tú quieras. ¿Tenemos un trato?

Adrián asintió y Ciro pudo arroparlo hasta el cuello, como a su hijo le gusta. Le deseo una buena noche y se fue a su habitación con Freya, preparado para lo que se avecinaba esa semana.

Escape de un planeta hostilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora