La llamada del hambre

11 4 1
                                    

— Hey, Ciro. Ya es hora, vamos a ir a la nave — Ciro se despertó después de un par de palmadas en el hombro por parte de Werner.

— ¿Como que a la nave?

— Sabemos donde está, nosotros tres salimos de ella, ¿recuerdas que te lo contamos?

— Oh, sí. De acuerdo, vamos.

El botiquín ya estaba recogido y ya habían dejado todo para que no pareciera que ahí habían acampado.

Ciro se paró y comenzaron su recorrido por un camino muy estrecho cubierto por muchas plantas a las que Ciro empujaba delicada y cuidadosamente para no romperlas y evitar cualquier sustancia tóxica o animal que hubiera en ellas. Por su camino no hubo contratiempos, solo un árbol caído que tuvieron que rodear, pero de ahí en fuera solo se escuchaban los sonidos del río y algunos animales pequeños de los árboles, como pájaros. Nada de que preocuparse ni asustarse.

Conforme van avanzando por la selva, Ciro va reconociendo algunos lugares que recuerda haber visto mientras huía de las bestias, antes de entrar a la cueva. 

— ¿Seguros que es por aquí? Estamos cerca de donde nos tenían atrapados a Roger y mi, no creo que...

— Lo sabemos Ciro, pero si es por aquí — respondió Gian. — La nave está, lamentablemente, cerca de donde esas cosas viven.

— ¿Pero entonces no es peligroso que nos acerquemos? — susurró Ciro ya sabiendo las circunstancias en las que estaban.

— Es la única forma de llegar a la nave — intervino Sara — y no está tan cerca de su "aldea", esa está un poco más adentro.

Entonces Ciro alcanzó a ver destellos metálicos y mientras más caminaba alcanzaba a distinguir la hermosa nave, el Explorador de planetas se veía un poco rayoneado y tenía un fuerte golpe en el frente, probablemente esa belleza no pudiera volver a volar de nuevo, pero no se podía decir nada hasta estar seguros. 

— Nos vamos a salvar — dijo Werner, emocionado por ver la nave — Vamos a salir todos de aquí, ¿no es así?

— Eso espero, andando — dijo Ciro mientras volteaba a ver a todos, quienes asentían.

La tripulación dio un paso hacia enfrente, saliendo al claro para acercarse a la nave, pero todos se quedaron congelados donde estaban y se arrepintieron de haber dado ese paso.

Habían estado tan felices de ver la nave casi sana y salva, de que ya estuvieran a punto de salvarse los cuatro, que habían olvidado ver en todas direcciones para asegurarse que estuvieran solos.

 Unas de esas criaturas parecidas a perros alados y dos reptilinos rodeaban la nave, habían estado ahí custodiándola, vigilándola como si supieran su importancia.

La tripulación deseó poder dar un paso atrás sin ser vistos, pero ya era demasiado tarde, ya eran visibles para todas esas criaturas, en especial para un reptilino que los miraba fijamente, estudiándolos.

Intentaron aguantar la respiración y rezar porque los ignorara, pero era claro que algo así no pasaría y mientras la criatura se acercaba más y más, estando a poco menos de 10 metros de distancia, la criatura paró y rugió con todas sus fuerzas.

Ciro se tapó los oídos, toda la tripulación lo hacía, les dolía la cabeza y veían borroso. Ciro alcanzó a vislumbrar a aquellas criaturas aladas acercándose, eran como una enorme parvada o jauría muy furiosa que los alcanzaba. Y más atrás, aquel sonido que no lo dejaría dormir en meses, los monos también se acercaban, mínimo cinco, pero por todo el ruido era claro que podrían ser muchísimos más.

— ¡Corran! — gritó a su tripulación.

Todos corrieron a toda velocidad hacia la selva, perdiendo su oportunidad de salvarse, alejándose cada vez más de la nave. 

<<¿Por qué? ¿Por qué a nosotros? >> pensó Ciro.

Ciro iba hasta atrás, como no irlo si tenía la cabeza casi abierta. Pero ser el que iba hasta atrás significaba dos cosas muy malas, la primera es que podría ser el primero en ser comido, la segunda, que podía ver cuando un integrante de la tripulación enfrente de él sufría algo. Era claro para Ciro que Gian sufría, no les había contado algo. Entonces él cayó y Ciro no pudo frenar hasta unos pocos metros después. Todos pararon y voltearon ver a Gian, Werner corrió a ayudarlo a pararse, para seguir huyendo, pero Gian no pudo más.

— No puedo seguir, Werner, ya no puedo más

— ¿Pero por qué no puedes segui...?

— Algo no nos has dicho, ¿verdad? Muéstramela, la herida. — interrumpió Ciro.

Werner lo vio con un poco de culpa y dolor y se levantó la tela del pantalón que cubría su pierna.

— ¿Por qué no nos dijiste? — le preguntó Sara, dolida. La pantorrilla de Gian estaba casi completamente al rojo vivo, con múltiples laceraciones, todas húmedas por la sangre que emanaba de ellas, estaba claramente infectada y cada vez se veía más inflamada.

— Pude haberte sanado la pierna ayer Gian, si curé la cabeza del capitán, ¿por qué no podría curar tu pierna?

— Lo... lo siento, no quería retrasar nada, quería irme cuanto antes de aquí, ya quería irme. No...no...

Ciro levanta la cabeza para ver hacia la selva. Los ruidos de los monos y las demás bestias se escuchaban cada vez más lejos, y la ventaja que habían creado al correr estaba siendo cada vez menos grande. Ciro voltea a ver nuevamente a Gian a la cara.

— Vamos, qué esperas Gian, necesitamos irnos ya, levántate por favor — le rogaba Werner.

Gian lo intentó una vez más, pero seguía sin lograr mantenerse en pie por mucho tiempo.

— No puedo Werner, no puedo. Lo siento. — Las lágrimas empezaron a caer por el rostro de Gian, tenía miedo y sufría mucho, ya había abandonado toda esperanza, pero aun así le tenía miedo a la muerte.

Las bestias seguían acercándose y la tensión en el grupo seguía aumentando.

— No puedo creerlo, no puedo creerlo — repetía Sara una vez tras otra.

— Lo siento, chicos. — Escucharon todos como Gian se disculpaba. — Tendrán que abandonarme.

— ¡No podemos hacer eso, Gian! ¿Primero Roger y ahora tú? ¿Qué se supone que es esto? — gritó Ciro claramente enojado y fastidiado. Mientras tanto, Sara intentaba tranquilizarlo mientras lloraba.

— Solo estorbaría Ciro, no quiero que todos mueran por mi culpa, fui un imbécil por creer que no pasaría algo como esto, un completo imbécil.

La pelea continuó por unos pocos segundo después, pero finalmente todos se rindieron, ya no había nada que hacer.

— Vámonos, no podemos seguir aquí por más tiempo — apresuró Sara a Werner y Ciro. Empezaron a correr y mientras se alejaban alcanzaron a escuchar el grito de Gian.

— ¡Los quiero, los veré en la otra vida!

Después los gritos de las criaturas se intensificaron y Gian no logró contener su miedo, gritó por todo el terror que tenía en aquel momento. Los reptilinos lo había cazado, no saldría vivo de ahí.

— ¡No puedo creerlo! — gritó Ciro lleno de frustración, pero ya no se podía hacer nada — ¿Por qué lo dejamos hacerlo?

Todos guardaron silencio el resto de la huida hasta que llegaron nuevamente a la cueva donde estarían seguros un rato más, antes de que esas cosas volvieran a buscarlos.

Escape de un planeta hostilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora