En mi juventud fuí un débil, y no me refiero a que era un enclenque (que también) sino que era débil al expresarme, las palabras se me detenían en la lengua como un carro que frena en seco, ya sea para defenderme o para expresarme, yo prefería el sabotaje que era el silencio.
Me acuerdo que por esos años me gustaba una chica, Karla, fue hace años, pero recuerdo claramente como era; ella era flaca, de pelo largo, liso y brillante, sus ojos eran bellos, de esos que te hacen perderte con su mirada y su risa dejaba embobado a cualquier joven, sobretodo a los tímidos, cómo yo.
Contra todo pronóstico logré ser su amigo... Y ya, hasta ahí llegué con Karla, apenas podía mantenerle la mirada y cuando venía otro, con menos amor pero con más valiente, hacía que yo me encogiera de hombros y mirara a otro lado.
Siempre pensé en confesarme o siquiera invitarla a salir, pero no podía, y no por falta de tiempo, era adolescente, lo que más me sobraba era el tiempo. Simplemente no podía, me llenaba de excusas y decía "otro día".
¡Ay como odio esas dos palabras juntas! No solo las usaba para excusar mi cobardía con Karla, la usaba para todo,
"Otro día salgo con mis amigos, otro día hago ejercicio, otro día limpio mi cuarto, otro día llamo a papá, otro día, otro día otro día ..." Pero ese día no llegaba, era una promesa vacía que me dejaba como consuelo por ese mal que hacía a mi mismo.Los días pasaban y yo postergaba todo, mis conversaciones con ella eran cada vez más cortas y mis visitas era cada vez menos frecuentes, pensaba yo, que si la veía poco, se me quitaría el sentimiento, como si de una gripe se tratara, en algún punto funcionó, habían meses en los que ni me pasaba por la mente, pero en el momento en el que oía su voz, su voz alegre y chillona, que gritaba mi nombre de forma molesta, hacía que me pusiera como un estúpido y todos esos sentimientos volvieran otra vez.
La última vez que hablé con Karla fue una conversación corta, muy corta y es la única en la que realmente le dije algo, más que un chiste estúpido o una anécdota vacía.
Estaba yo caminando a comprar algo cerca de mi casa, andaba descuidado, mi pelo era un desastre, mi ropa era vieja y creo que olía mal, ponerme un palo entre los pies si que dió sus frutos por ese entonces.
Cuando andaba pensando en mis cosas, un carro se detuvo cerca mío, en la acera paralela a la mía y de ahí salió un grito, uno alegre, chirriante y sin duda molesto ¿De quién más sería ese sonido? Karla bajó del coche, ella vivía cerca mío por eso se tomó la molestia de buscarme, quería decirme algo e hizo un gesto para que me detuviera, yo no quería porque mi apariencia no era de agrado, ni siquiera para mí, pero se me acercaba con alegría y no podía ignorarla.
No me dijo hola, ni siquiera me preguntó cómo estaba, se limitó a decirme:
-me voy
-¿A dónde? - pregunté yo sin entender
-del país.
Esas palabras resonaron fuerte en mi cabeza. Por ese entonces mucha gente se fue a vivir a otros países, sobretodo los jóvenes, porque el país no nos ofrecía mucho futuro. Pero no estamos hablando de eso.
Cuando Karla me dijo eso, yo sentí que debía decir algo ¡Y por supuesto que tenía! La tenía frente a mi, mirándome a los ojos, algo llorosos, esperando que le diga algo, cualquier cosa, pero mi mente estaba en blanco.
Pude haberle reclamado el porqué no me lo dijo antes, pero ese derecho no lo tenía , de todas maneras yo fui el que se distanció primero. No pude sentir ningún tipo de ira hacia ella, si hubiera tenido algo de rabia sería a mi mismo por desperdiciar el tiempo.
Podía haberle dado un discurso conmovedor, elogiarla hasta que se me seque la lengua, pero no soy bueno con las palabras y aunque le hubiera dicho miles de cosas, era como si no le dijera nada.
Me acerqué a Karla, la abrace fuerte, podía oler su suave perfume y le susurré al oído
-te amo
aunque lo dije en voz baja, sentí como si me saliera del alma, la palabra ni pasó por mi mente, para mí tenía el mismo sentimiento que gritarla a todo pulmón.
- yo también - dijo ella, abrazándome fuerte y con las palabras quebradizas, después me soltó, se secó las lágrimas y se montó en su coche.
Su madre la espera en el auto, secándose las lágrimas también, como si viera la película más triste de su vida, me dijo adiós desde lejos y arrancó. Nunca a volví a ver a Karla.