𝑪𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 11

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° Capítulo 11 °

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Kuroka y Koneko se encontraban charlando vivamente, Giulia también se encontraba con ella, la niña de cabello plateado estaba sentada en las piernas de su tía mientras comía dulces y era acariciada en la cabeza por la misma, estar con ella significaba no recibir regaños de su madre por lo que quedaba del día, algo que a la niña le encantaba.

- Realmente te gustan mucho los dulces - Decía Koneko mientras miraba a la chica con diversión.

- Si, realmente detesto la comida de mamá, más los vegetales -

Ante lo dicho por Giulia, la peliblanca sonrió mientras Kuroka miraba a su hija con una vena marcada en su frente.

- Ya te he dicho que esa comida te servirá para tu crecimiento - Dijo la mujer de cabello negro.

- Sabe horrible - Contestó Giulia.

Por lo sucedido, la pequeña de cabello plateado no vio venir a su madre la cual de un rápido movimiento la tomó de sus mejillas estirándolas, causándole dolor a la niña.

- ¡Auch! ¡Duele, duele duele! ¡Detente mamá! - Repetía.

- Oh no, claro que no jovencita, ¡No dejaré que me faltes el respeto! - Decía Kuroka mientras castigaba a su hija.

Para Koneko esto era divertido, pero a la vez triste, le alegraba que su hermana tuviera una familia bastante cariñosa y una sobrina bastante divertida, pero en lo profundo de su ser, la tristeza la comía viva, su vida actual era de una mujer solitaria, desde que se enteró del suceso de su amado castaño, su vida de manera emocional fue en decadencia, la peliblanca no le gusta salir mucho de su actual hogar y era bastante solitaria, solo se quedaba con su hermana cierto periodo de tiempo.

Desde que su senpai la engaño, ha tenido miedo de una relación, aunque intento seguir adelante, le era imposible, la primera vez que abre su corazón y lo destruyen por completo, la nekomata tenía miedo de volver a enamorarse, pues cuando intento ser feliz en otro lado y con otro hombre, se dio cuenta que solo la buscaban por sus genes y cuerpo, ya que conforme pasaron los años, Koneko se volvió muy parecida a su hermana físicamente y muchos solo la veía como un trozo de carne recién hecho.

Kuroka estaba al tanto de todo esto, conocía a su hermana mejor que nadie y sabía lo que pasaba con ella, es por eso que su odio al Sekiryuutei era monstruoso, había destruido a su hermana emocionalmente, y realmente quería hacerlo pagar por ello, pero era mejor mantener su compostura y no perder su tiempo con alguien como él, por más que intento ayudar a su hermana pequeña, no ha podido hacer mucho, realmente le dolía ver a Koneko de tal manera y no poder hacer nada para ayudarla por más que lo intentara.

- Ahora Giulia, ve a la cocina y tráenos las tazas de café -

- ¿Qué? ¡¿Por qué debo hacerlo yo?! - Cuestiono indignada la pequeña.

- Se buena hija y haz lo que tu madre te está pidiendo, por favor... Si no quieres que te castigue por el resto de tu vida -

La voz amenazante de su madre fue lo único que ocupó la nekomata para levantarse del regazo de su tía e ir rápidamente a la cocina sin siquiera mirar atrás, quería evitar todo intento de comunicación de su madre en estos momentos por el miedo que recorría su cuerpo.

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