La sartén parlanchina

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Danielle

-¿Quiénes sois?-preguntó el chico de la puerta.

Sin responder a su pregunta comencé a abrir la puerta de la fraternidad color azul.

-Tenemos bebida- dije simplemente levantando una bolsa de supermercado con diferentes tipos de Jack Daniels.

Su cara se iluminó un instante antes de salir corriendo apresurado al baño, probablemente a vomitar.

Seguramente llevarían ya bastante tiempo de fiesta. Había gente tirada en el jardín de la casa y ninguno parecía especialmente sobrio.

Agarré con fuerza la mano de Andi y tiré de él hasta la multitud aglomerada en la recepción de la casa.

-¿Dónde crees que es estará la cocina?-grité para que pudiera oírme sobre la música- Esto pesa- me qujé haciendo referencia a las bolsas.

Cómo respuesta tomó él el alcohol y me tocó a mí seguirlo.

El espacioso salón estaba decorado con luces de todos los colores en el intento de parecer una discoteca. Los dueños habían dispuesto los muebles a los lados creando una improvisada pista de baile y las parejas invitadas se estaban tomando la confianza de meterse en las habitaciones de arriba.

Los de está fraternidad se arrepentirian de eso último mañana.

Recé porque hubieran cerrado sus habitaciones con llave y seguí mi camino.

Ni Andi ni yo tardamos en adaptarnos; nos movimos en la pista de baile, bebimos, jugamos al beer pong, volvimos a beber, nos sentamos en unos sillones y seguimos bebiendo.

-Hace mucho calor- lloriqueé mientras buscaba la forma de deshacerme del ajustado mini vestido rojo.

Andrew abrió mucho los ojos, al parecer no le había subido el alcohol tanto como a mí.

Me sujetó las manos para mantenerme vestida y me prometió volver con un vaso de agua.

Haciendo caso omiso a la orden del chico de que no me moviera, me dispuse a buscar el baño.

Minutos más tarde me encontré a mi misma comprobando mi reflejo en el espejo.

Mi pelo dorado planchado cuidadosamente horas atrás se encontraba recogido en una coleta alta y mi vestido de tirantes dejaba entrever levemente mi sujetador. No era nada excesivamente desastroso.
La máscara de pestañas seguía en su sitio y el color rosado de mi cara me hacía parecer menos pálida.

Antes de que pudiera darme cuenta, estaba charlando con un castaño en una de las esquinas del pasillo.

Incluso con la vista medio nublada por el alcohol podía darme cuenta de las intenciones de aquel chico.

No me preocupó que él tampoco estuviese en sus cinco sentidos, yo también quería llegar a lo mismo y lo había hecho en peores condiciones.

-¿Quieres ir a otro sitio más privado?- me susurró después de unos besos.

Iba a asentir con la cabeza cuando recordé a Andrew.

Joder, lo había dejado tirado.

Me disculpé y dejé plantado al castaño.

-Tengo que buscar a un amigo- recuerdo decir.

Encontré a Andi buscándome entre la gente.

-¡Perdona!-le grité en el oído para que me oyera- Vamos fuera.

...

Se que no tenía ningún tipo de control bebiendo pero aún así odiaba ser una carga y mi subconsciente después de tantas fiestas tenía una especie de ritual que no me importó compartir con Andi.

Llegamos a la residencia y en vista de que no era capaz de encontrar mis llaves, mi nuevo amigo me acogió en el suelo de su habitación.

Le expliqué mis instrucciones post-fiesta.

-Uno- balbuceé- baño, hay que vomitar- dije sin rodeos.- No querrás que en tu próxima competición te hagan un control y salga que has bebido algo.

Hizo lo que dije y luego me tocó hacerlo a mi.

-Dos- ¿Cómo era posible que siguiera hablando? Comenzaba a ver la cara de Andi más graciosa de la cuenta- Te duchas y ventilas tu ropa a no ser que quieras que tu ropa huela a tabaco los próximos tres años.

De nuevo, me obedeció mientras yo me iba a su diminuta cocina.

Continúe hablando en voz alta a pesar de que con el ruido de la ducha Andrew no podría oírme.

-Tres- susurré- Preparas las cosas para mañana.

¿Esa sartén acababa de hablarme?

Rellené dos vasos de agua y los puse junto con dos aspirinas al lado de la cama.

Puse a cargar mi móvil para poder utilizarlo después y llegué al último paso de mi pequeña manía.

Cuatro. Darle las buenas noches a Will.

Me metí en nuestro chat y envié un emoji, no me sentía lo suficientemente sobria como para escribir.

Me tambaleé hasta el saco de dormir que Andi había preparado para mí y sonreí.

No estaba mal dar oportunidades a la gente de vez en cuando.

Apoyé mi cabeza en el cojín al despojarme de mis pendientes y miré el diente de león en mi muñeca.

Estoy bien, no te preocupes.

Solo una rubia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora