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Danielle

Después de una noche de fiesta que lo sacude todo, hay que volver a intentar poner todo en su sitio.

El reloj marcaba las 6 am.

Agradecí a Andi por dejarme pasar allí la noche e intercambiamos números de teléfono.

El chico me prestó un chándal, relativamente ancho para que pudiera ir a la fraternidad a encontrar mis llaves.
Sería bueno no tener que pedir unas nuevas justo el día después de que me dieran las originales.

Coloqué un pie delante del otro y antes de poder darme cuenta estaba trotando hacía el lugar de la fiesta de anoche.

Recordé los tiempos en los que el deporte había sido mi vía de escape y no el alcohol y las fiestas.

Había sido hace mucho.

Antes de lo esperado me encontré a mi misma llamando al timbre de la amplia mansión.

Un castaño con gafas me abrió la puerta, educado.

-Hola- dijo algo sorprendido.

Al parecer no esperaba visita.

-Hola-lo saludé- Se que esto es muy patético- dije- pero ayer estuve aquí en la fiesta y al parecer me dejé las llaves de mi apartamento. ¿De casualidad, habéis podido encontrar algo?

El chico asintió comprendiendo.

-Yo no he visto nada- me dijo- pero puedes buscarlo si quieres - me invitó a pasar.

Sin dudarlo me adentré en el pent-house de color azul.

Y antes de poder darme la vuelta el castaño ya había desaparecido en lo que me imaginé que era la cocina.

Genial.

El salón estaba hecho un verdadero desastre y todos los chicos con los que me iba encontrando no parecían querer hacer nada para remediarlo.

Busqué en los agujeros de la mesa de billar, la mesa de ping pong, algunos vasos rojos, en el baño de abajo, la cocina...

Me dispuse a buscar entre los huecos del sofá a pesar de que había algunos chicos jugando a la play.

-¿Puedes moverte un segundo?- le pedí al chico teñido de blanco.

Posó sus ojos en mi y me miró con confusión.

-Tú no eres la chica de la limpieza- dijo mientras pausaba la partida.

-Ya- dije.

Lo miré fijamente para que se corriera a un lado tal y como había pedido y pareció pillar la indirecta.

Mientras buscaba algún indicio de un llavero rosa por alguna parte el chico continuaba si entender nada.

-Soy Elle- dije para que no sé sintiera extraño por tener a una desconocida hurgando entre sus cosas.

-Ah- dijo aún mirándome.

Decidí ignorarlo para hacer mi búsqueda más rápida y así no tener que hacer mi estadía en la apestosa casa más larga de lo necesario.

Cuando alcé la vista hacia arriba de nuevo, ya no eran un par de ojos los que me miraban, sino tres.

Pelo azul, Pelo blanco y Pelo negro parecían no haber visto a una chica en su vida.

Bufé.

-¿Os vais a quedar todo el día ahí mirando o me váis a ayudar?

***

Solo una rubia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora