Capítulo 9. Incomodidad

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—Es increíble como el tío Charlie permite aún las osadías de ella. —refunfuña Bruna al ver como su prima sale rápidamente de la casa, con una mochila y directo al bosque.

—Hermana, aun no le hemos dicho la agresión a nuestra persona. Pero si le dijimos de la "recaída" que tuvo. De hacer algo, lo hizo, la mantuvo tres días encerrada por su "bienestar". —comenta María que se encontraba recostada por el marco adverso de la ventana, y su gemela en contrario a este marco.

La pelinegra suspira resignada. Su gemela mayor, la subconsciente siempre sabía que decir.

—No es que lo sepa todo. Sabes porque lo digo. —levanta la mirada hacia arriba como un: 'sabé loo'.

—La cuidaremos de nuevo, me imagino. Digo, no queremos que tío Charlie vuelva a revivir una recaída sentimental por ella. —murmura al verla desaparecer después de varios árboles que tapan ya su visión.

—He de decir que a Paul no le gustara lo que dices, pero... ¿Quién soy yo para hacerle fácil las cosas? Igualmente nos sabemos cuidar solas. —añade con cierta diversión, María.

—Estas aprovechando la situación. Paúl no es tan malo después de todo. —admite con un ligero rubor en sus mejillas, tímidamente Bruna.

—Lo sé, pero tenemos que hacer que entienda lo que somos. Sino el día de mañana no entenderá el final de todo. —comentó María con misterio sin revelar la información.

—Entonces mañana veamos a Paul, si hoy no vamos. Así le damos más pistas a sus dudas. —propone Bruna dándose la vuelta, alejándose de la ventana y seguidamente agarrar su mochila pequeña color lavanda con negro, meter sus llaves, billetera y una gorra por si las dudas.

—¿Crees que alguna vez se darán cuenta de la verdad, hermana? —preguntó María tanto para sí misma, como para Bruna.

—La verdad que no lo se. Sabes que detrás de nosotras, soy yo la eslabón perdida para que termine la maldición. Si fuera fácil hacer lo que la bruja dijo... Estaría perdida, ya no se vivir sin ti estando fuera. —admitió sintiéndose pequeña Bruna.

—Recuerda que yo siempre estaré tanto aquí... —dijo María acercándose a la castaña y tocando la frente— como también aquí...—y con la mano izquierda toca el corazón. —somos una, nunca ninguna.

—Somos una, nunca ninguna. —vuelve a repetir Bruna, con la mirada cristalizada llena de emoción.

Las gemelas Trevelin Swan se apoyaban mutuamente y con mucho misterio. Pero ya no era más tiempo de estar hablando consigo misma. Era tiempo de ir a cuidar a la eslabón débil de la familia Swan. Siendo así como emprendieron camino hacia el bosque, cada una abrigada y preparada para una caminata en el bosque y tiempo fresco.

[...]

María y Bruna ese día no habían ido con Paul como era el plan, sino que habían visto como su prima loca se dirigía al bosque, por lo que llevaron sus celulares y un poco de cloroformo para cedarla. No permitirían de nuevo que se expusiera al peligro si de eso fuera la idea de aquella prima.

Tal vez sus medidas eran muy extremas, pero con Bella cerca, los secretos no podían estar en incógnita.
Ambas estaban corriendo para poder llegar bien a tiempo hacia Bella, pero María detiene a su hermana en cuanto la vio saltar sobre las copas de los árboles, aveces olvidaban los livianas que eran para moverse entre el ambiente que las rodease. Pero eso no evitaba que fuera peligroso para ellas o no pudieran dañarse. Claro que podían recibir daños físicos, pero solo si se creían enfermas o dañadas, mientras que no se vean débiles, el poder sanaría las heridas.

Tras aquellas alturas logran ver a un hombre de piel oscura, de cabello oscuro con rulos, pero lo que llamaba la atención era la mirada de ojos rojizos, no era pálido pero sus ojos decían: "cuidado", mas cuando vieron como su prima no veía como este la miraba desde lejos, por lo que María conectó mirada con su hermana, y ambas se dijeron a sí misma: «Yo lo entretengo, tu cedala. Nos encargaremos juntas de esto.»

Bruna bajó con sigilo a tierra cerca de Bella, y con mucho cuidado y agilidad acercó el pañuelo con el aroma que cedaría a la pequeña humana, que justo cuando percibió la presencia de alguien tras suyo, aspiró el aire por susto como para gritar. Pero salió bien para el plan de las gemelas, pero mal para la asustada Isabella.

Poco después la castaña Swan iba cayendo al suelo, Bruna con toda la torpeza del mundo logró reducir el golpe a medias, cayendo también de rodillas con el cuerpo inconsciente al suelo. Logrando estar 'inofensa' a ojos del hombre de ojos rojos.

—¿Pero que mierdas...?

—¿Qué? Nunca antes ha visto cómo una mujer secuestra a otra? —pregunta con ironía pero también a la defensiva Bruna, intentando dejar con cuidado a su prima en el suelo.

—No se porque has querido salvar a la mascota de los Cullen. Pero también serás mi comida, un aperitivo más, nunca está de más. —dijo tan despreocupado e incômodo el vampiro Laurent.

—Si inhala bien el aire, sabrá que este será su fin. Márchese ahora, o sentirá el precio de haber atentado. —vuelve a repetir pasivamente Bruna, dejando ya en el suelo a su prima, quien ya estaba quizás entre los sueños inconscientes del más allá.

—No eres quien para decirme que hacer. Además... —aspira el aire inconscientemente pero ya es tarde para algún movimiento más de su parte, en un segundo ve perfectamente como dos figuras iguales lo golpean alejándolo lejos de Isabella Swan.

María y Bruna habían unido fuerzas, mandándole lejos al menos a una distancia prudente de ambas, protegiendo ahora a la indefensa humana. No era su derecho ni obligación pero sin Charlie ellas no estarían mejorando su situación emocional, después de todo era su única familia cercana.

—Ugh, su aroma es asqueroso. —sisea de asco el vampiro de ojos rojos, piel oscura y rastas onduladas. —las mataré y luego cumpliré con mi objetivo, sino Victoria no estará contenta. —gruñe intentando acercarse a ambas.

Sin embargo, cuando las va a atacar por interferir, ya es tarde, el protector de las chicas sale a su salvación.

«De ninguna manera, maldito chupasangres, a ellas nunca»

Paul Lahote, el gran lobo beta de la manada quileute se había lanzado en un salto a proteger frente a sus improntas, de aquel vampiro. Sam le gruñe pero sabe que las improntas son ley, y no puede evitar sentir también la preocupación. Sin embargo, la pequeña manada se da cuenta que ninguna está alterada sólo están cuidando y protegiendo el cuerpo de tal parece ser, Isabella Swan.

Es allí cuando, Jacob Black salta al acecho con ganas de exterminar al vampiro, atacando cabos que ninguna gemela desenredaría de la verdad.

Siendo así como termina la vida de Laurent, a manos de los lobos protectores. Y así logrando que no se cumpla el encargo de Victoria.

A saber quien debiera ser la nombrada. Pero al parecer no la quería ver viva a su prima.

Doble amor [Paul Lahote] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora