Capítulo 10. Victoria

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—Y bien, ¿Me dirán...?

Esas fueron las palabras que Paul había soltado en cuanto las había encontrado y revisado como loco, por el estado de ambas ante lo sucedido con el chupasangres de ojos rojos, agradecía a los ancestros que no les haya pasado nada. Pero internamente y externamente le empezaba a molestar la facilidad de la familia Swan con atraer el peligro a sus vidas.

Aún más lo decía en referencia al iman de caos que representa Bella.

Sin embargo, ahora estaban solos los tres, siendo acompañados por la naturaleza del campo de Flores que había en la zona antigua de los Cullen, gracias a que habían quedado allí tras Jacob llevar nuevamente a la Casa Swan a la prima inconsciente, Bella.

—Perdón por el estrés propio que generamos, lobito. —se disculpa Bruna con cierta incomodidad.

—Aún no confío en ti al completo esplendor, pero admito que me gusta ver como aceptas el desafío que represento. Solo por eso no fuimos hoy, quería ver que hacías si no íbamos a la montaña. —dice con sinceridad brutal, María.

—Si ustedes no van a la montaña, la montaña va a ustedes. Pero no de esta manera, por favor, me ha dado casi un ataque de ansiedad al verlas tan cerca del frío. —dice exasperado Paul, revolviendo su cabello corto.

A María le había gustado la respuesta que había dado el metamorfo, pero no lo admitirá, no aun. Orgullosa si que era, y le daba vergüenza admitir lo que realmente causaba que sus sentimientos de movieran. Mientras que Bruna curva las comisuras de los labios al sentir aquella sensación de cosquilleo en su corazón, no era ella, sino que su hermana.

—Intentaremos ser más cuidadosas, aunque, ¿nos ves heridas acaso? —pregunta Bruna con el ceño fruncido.

A Bruna no le gustaba que las veinticuatro horas la vieran indefensa también, se podía defender, solo que a veces le daba vergüenza de molestar. O crear ruido en el ambiente por su incomodidad o disconformidad.

Paul al ver la molestia de la pequeña pelinegra suspira y niega con la cabeza, para bien o mal suyo, debía reconocer que ellas podían cuidarse, no eran tan indefensas como su prima castaña, Bella.

—No quiero crear un ambiente tenso, solo... Solo avisen cuando van a hacerse de justicieras, se que son capaces de cuidarse a sí mismas pero... ¿Bella? —dice aun sintiendo la preocupación en su si tema, pero cansado de sentir también la alerta de sus improntas para con él. Pará Paul era normal estar alerta y atento, sus ataques de ira lo mantenían así.

—Es familia. —murmura Bruna.

—Aunque no se quiera, no podemos dejarla a su suerte. El tío Charlie sufriría si le pasa algo a su única hija. —resopla exasperado María. Si por ella fuera, era mejor que el destino forjara a cachetadas duras para su prima la lección correctas que la enseñara a no exponerse a los peligros sobrenaturales, o al menos buscar compañía en lugares peligrosos.

—Eso lo entiendo, pero dejen que a la próxima minimamente las pueda cuidar o ayudar un poco, cuando quieran cuidarla, ¿si? Seamos un equipo, nenas. —propone con una mirada de súplica y preocupación.

Ambas gemelas por un momento quedan totalmenre cegadas o entontadas por dicho gesto facial, mutuamente estuvieron de acuerdo con que en ese mismo momento Paul había hecho un gesto dulce que había reflejado pura ternura y, por consiguiente, un golpe de amor sincero y preocupación hacia ellas.

Doble amor [Paul Lahote] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora