1.- Amigos, mudanzas y novelistas franceses.

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La llamada que recibía hizo que el móvil vibrara bajo su mano derecha mientras caminaba a toda prisa. En la pantalla del aparato se dibujaba un nombre de tres letras acompañado de un emoticono de un cerdito, por lo que supo quién era de inmediato; y lo hubiera cogido de buena gana de no ser porque el protector de pantalla estaba poniéndole las cosas difíciles esa mañana. Tuvo que apretar su índice bastante más de lo acostumbrado para poder arrastrar el símbolo verde hacia la derecha; y esto se debía a que el día anterior había acabado cediendo ante la presión del vendedor, haciéndose con todos los accesorios para el móvil que le recomendó además de un seguro por caídas o averías. En conjunto, por culpa de todos esos extras innecesarios, era el móvil más caro que había tenido en su existencia. Aun así, la funda —verde y con un pequeño Pokémon oruga medio desvaído— le había cabido a duras penas; no servía para ese modelo, pero le gustaba demasiado como para desecharla sin más.

Su paso aceleró considerablemente con intención de cruzar la carretera antes de que el semáforo se pusiera en rojo, y un aluvión de pitidos le taladraron los oídos al tiempo que escuchaba la voz agitada al otro lado de la línea.

—¡Innie! ¡Hasta que doy contigo, madre mía! ¿Dónde te metes?

—Perdona; ya sabes que tuve las prácticas y que después de eso he estado liada con todo el tema de buscar máster y el papeleo para el título. Me he tenido que pasar por la embajada dos veces y todo. Ha sido un infierno. Además, ayer tuve una ci...

—¿Entonces cuándo se supone que vuelves? —preguntó su hermano, aparentemente aburrido de la verborrea que él mismo había provocado. Ina suspiró, sonriendo sin querer mientras seguía subiendo la avenida.

—¿Papá no te lo ha contado?

—¿Contarme el qué? ¡No me vayas a decir que no piensas venir! —exclamó Jin, escandalizado sin motivo.

—Noooo, pesado; me refería al cambio de planes.

—Eso del cambio de planes me suena de culo. —La chica soltó una risotada al tiempo que se paraba frente a un kiosco de prensa para hacerse con los periódicos del día.

—El cambio de planes no te afecta en nada, así que no te pongas en lo peor. Simplemente volveré a casa antes de lo planeado.

—¡Ah! ¡Pero eso es bueno! ¡Ya creía que no había manera de sacarte de esa ciudad llena de iglesias y delincuencia!

«Ya empezamos».

—Jin, Roma es de lo más segura —murmuró sin prestar mucha atención mientras pagaba al tendero y volvía a ponerse en camino—; solo sigues traumatizado porque perdiste el móvil cuando viniste la última vez.

—¡Perdona que te diga que hay una diferencia muy grande entre «perder» y que un mangui te quite algo del bolsillo del pantalón!

Ya había tenido esa discusión con su hermano más veces de las que pudiera recordar desde esa última fatídica vez que la visitó hacía unos meses. No iba a conseguir cambiar su concepción de que Roma era una ciudad peligrosa y temible para cualquiera (más para ella, por supuesto), y él no conseguiría jamás hacerla odiar el que había sido su pequeño remanso de paz durante cinco años.

A pesar del caos que supone vivir en una urbe grande y caótica como es la capital de Italia, se había sentido acogida por su gente, arropada por su calor; atraída por su comida, su hospitalidad y su belleza. Todavía sentía un nudo en la garganta solo de pensar en abandonarla, y no tenía ganas de que el exagerado de su hermano le hablase de los peligros que Italia (y sus hombres; ya fuesen de ahí o de cualquier otro rincón conocido del universo) aguardaban para ella.

—En fin... para retomar lo que nos concierne: vuelvo la semana que viene —exhaló, aunque irritada, divertida en cierta forma por las maneras tremendistas y demasiado expresivas de su hermano mayor.

Rewrite MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora