Esos fatídicos dos días en la oficina antes del sábado habían sido una auténtica tortura, y había mantenido la esperanza de que una vez llegase el fin de semana podría despejar la mente. Así hubiera sido de no ser por Jin, su maldito restaurante y la infinidad de gotitas de pintura que había tenido que rascar del parqué. Lo único bueno que estaba teniendo ese sábado era la lasaña de espinacas y ricota que su hermano había preparado para cenar. Jin no tenía ningún problema en meterse con Italia a cada segundo que le era posible, pero bien que no dudaba en cocinar cada uno de sus platos. «Hipócrita».
Los hermanos se habían pasado el día trabajando solos porque Minji y Yeonjun se estaban encargando de comprar una cama plegable, además de las tareas de limpieza del apartamento. Hobi tampoco había podido pasarse en todo el día; ahora que había empezado a dar clase en el instituto privado que dirigía su padre era un poco más difícil para él sacar tiempo. Y esta súbita soledad a la que se habían enfrentado Jin e Ina había traído un interminable sábado de discusiones encadenadas sobre quién era más inútil de los dos. Habían pasado el día entero entre peleas sobre quién rascaba más gotas de pintura del suelo y quién había ensuciado más pintando. Pero en ese instante, en el que comían en silencio sobre la pequeña terracita de madera, la paz había vuelto a reinar entre ellos.
Jin acabó de comer un poco antes de Ina, y dejó el plato a un lado para apoyarse sobre las palmas de sus manos y respirar con calma. Aunque esa tranquilidad tan impropia en él duró más bien poco, porque al segundo siguiente le dio un codazo amistoso a Ina.
—¿Qué te pasa? —preguntó el chico mientras su hermana tenía la boca llena de lasaña. Ina frunció el ceño, dando a entender que no sabía a qué se refería—. Te has pasado el día entero con un humor de mierda.
Ina rodó los ojos y, una vez hubo terminado de comer, miró a su hermano con reproche.
—No sabía que tú habías estado cantando canciones de Disney y horneando galletitas precisamente.
—Mi excusa es que echo de menos a Minji, ¿tú cuál tienes?
—Que me caes mal —masculló Ina.
—Venga, cuéntaselo a tu hermano —insistió el mayor, repitiendo el codazo—. Estabas mirando las gotas de pintura como quien intenta adivinar el número de la lotería... Que, a ver, ya sabía que eres un poco rarita y eso, pero has estado más ida que normalmente, que ya es decir...
—¿Ida cómo?
—Ahí, metida en tu pedazo de cabezón.
Ina bufó y apartó la mirada de su hermano para evitarse la tentación de pegarle por el comentario que acababa de hacer. Se recostó sobre sus codos y se quedó mirando al cielo oscuro y nublado que se levantaba sobre el muro de piedra alrededor del jardín. ¿Debía decirlo? En realidad, ahora que estaban solos era un momento más o menos decente para soltar eso que llevaba carcomiendo su cabeza desde hacía unos días.
—Mamá y... él, ¿siguen relacionándose? —cuestionó en un susurro.
Dudaba que Jin fuera capaz de pillar a quién se había querido referir diciéndolo de una manera tan críptica. Pero cuando miró a su hermano y se lo encontró con los labios tensados y expresión seria, supo que la había entendido.
—No deberías preocuparte por eso —contestó sin darle importancia. Su tono y su expresión no tenían nada que ver, porque mientras que había intentado adoptar una voz despreocupada, su cara seguía mostrando un gesto severo que Ina no recordaba encontrar en él a menudo—. Espera un segundo aquí, he preparado tiramisú. No es por fardar, ya sabes que soy muy humilde... pero me ha salido para llorar de lo bueno que está.

ESTÁS LEYENDO
Rewrite Me
Fanfiction~Continuación de Erase Me~ Cinco años después de abandonar Corea, Ina se encuentra en la capital de Italia, Roma, experimentando una vida mucho mejor que la que dejó atrás; sin embargo, como ya era costumbre hace años, una serie de intereses, evento...