Tengo mil y una manías; pero si hay una que odio profundamente, es sin duda, mi increíble manía de sentir que sobro en algún lado, tengo la maravillosa y fiel creencia, de que no pinto nada en ningún lado, ni siquiera en mi propia cabeza, ni siquiera en mi propia habitación ni en mi propia familia.
Siento que no encajo, que si me piro de allí, nadie se cata, nadie se da cuenta de que yo no estoy.
Yo la llamo: "La increíble manía del no encajar nunca".
Y mira que tengo muchas manías que no soporto, pero es que a esta manía le tengo hasta cariño, le tengo una especie de apego; como sabiendo que si algún día desaparece y dejo de sentirme así; la podría incluso llegar a echar de menos. Al menos un poquito. Y es que al ser parte de mí desde que tengo uso de razón, ya no sería yo...
Es como si a un borracho le quitas su botella de whiskey, ya no es la misma persona; pues en mi caso, es algo parecido; si dejo de sentirme así, dejo de ser yo. Y sí, estaría bien dejar de sentirme así con todo el maldito mundo, pero bah, prefiero decir que es complicado...
Es extraño, lo sé, no sé explicarlo, ni mucho menos expresarme correctamente, perdón.
-Joder. Ya lo he hecho.-
Vale, esa es otra manía que tengo y que también odio, de la que quizás hable otro día.
Le puse nombre además.
La llamo: "La manía del Perdón".
